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domingo, 21 de abril de 2013

TOP5 - Mis antihéroes musicales


Escuchando música el otro día volví a darme cuenta de mi querencia natural por los músicos malditos, por los perdedores, aquellos que llamo antihéroes musicales: músicos con tremendo talento pero que por una causa u otra no pudieron llegar a convertirse en estrellas, pese a merecerlo tanto o más que otros muchos que sí lo consiguieron. Puede que a más de uno se le vengan nombres a la cabeza como Kurt Cobain, Jimi Hendrix o Jim Morrison, por poner algunos ejemplos: estos tipos efectivamente murieron trágicamente habiendo llegado a lo más alto y todos lamentamos estas pérdidas, pero no es eso de lo que hablamos, sino de los que nunca pudieron llegar a la cima, o apenas la rozaron, pese a ostentar méritos suficientes para ello. Músicos que en ocasiones han sido olvidados o, en el mejor de los casos, se han convertido en objeto de culto por parte de fieles seguidores.

Esta lista, como siempre, es más que discutible ya que se trata de una elección absolutamente subjetiva y personal. Pero comparado con otros top5, en este he dudado mucho más que en otras ocasiones y me ha costado mucho más elegir quién entra y quién se queda fuera. De hecho hasta el último momento Jeff Buckley estaba en el podio, pero finalmente se ha quedado fuera por puntos: desde luego que se trata de un genio estratosférico que murió demasiado pronto para siquiera poder adivinar hasta dónde podría haber llegado, pero no es menos cierto que disfrutó de un breve pero aceptable éxito y giró por medio mundo promocionando el genial Grace. En su lugar ha entrado el diamante loco de Syd Barrett, otro que ha estado entrando y saliendo de la lista: The Piper at the Gates of Dawn fue un disco exitoso, desde luego, pero Syd apenas tuvo tiempo de disfrutar del éxito y fue apeado del jet cuando apenas había empezado a despegar.

En definitiva, que solo espero que esta entrada sirva para reivindicar, aunque sea tímidamente, la meritoria aportación de estos cinco músicos que no alcanzaron el lugar que les correspondía. 

Gary Higgins


Un artista que ya tuvo su lugar en MIMS y que volvemos a sacar a la luz en esta ocasión porque su Red Hash sin duda así lo merece. Un músico semi-amateur que, al ser condenado a prisión por poseer unas hierbitas, graba con sus amigos una serie de canciones que aparecerían en un disco convertido con el paso de los años en objeto de culto. Mientras esto sucedía, el susodicho Higgins permanecía ajeno a todo ello y tras salir de la cárcel llevó una vida alejada de la música y completamente anónima. Pasarían décadas hasta que volviera a dar señales de vida, actuando en varios conciertos e incluso volviendo a grabar, pero el paso de los años no fue en balde sin duda alguna. Looking for June o Thicker than a smokey son buena muestra del talento de este señor.

Thicker Than a Smokey by Gary Higgins on Grooveshark



Emitt Rhodes


Este es uno de los casos más indignantes que he conocido nunca: como ya contamos en esta entrada, Rhodes era un músico con un inmenso talento innato tanto para componer como cantar y tocar cualquier instrumento, y su carrera increíblemente prometedora se vio truncada al firmar un contrato trampa. Este tipo, al que con todo merecimiento apodaban The-One-Man-Beatles y que a principios de los 70 podía mirar cara a cara al mismísimo McCartney sin vacilar, solo pudo editar cuatro discos más que notables (uno de ellos publicado sin su consentimiento), ya que fue demandado por su discográfica por incumplir plazos de entrega y condenado a pagar una astronómica cifra y ver cómo sus derechos de autor eran secuestrados. Es imposible escuchar canciones como Lullabye, Somebody made for me, Pardon me, Mother Earth o Warm self-sacrifice y no preguntarse hasta dónde podría haber llegado este señor de haberse rodeado de mejores compañías (discográficas, se entiende).

Lullabye by Emmitt Rhodes on Grooveshark



Elliott Smith


Este es otro que me ha tenido dudando si incluirlo o no. Porque nunca fue un músico exitoso, pero sí llegó a ser bastante conocido e incluso estuvo nominado a un Oscar por Miss Misery. Su música, tan bella y artesanal e imperfecta, su carácter difícil y depresivo, y su extraña muerte (oficialmente considerada como suicidio, pero no se descarta el homicidio), contribuyen a alimentar la leyenda de un grandísimo cantautor que malvivió sumido en ingentes cantidades de alcohol, drogas (se cuenta que gastaba 1500 dólares diarios en heroína y crack) y antidepresivos. Un tipo con una sensibilidad tan especial y una vida tan tormentosa no podía durar mucho. Antes de irse nos legó canciones como Needle in the hay, Ballad of big nothing, Between the bars o Pretty (Ugly before), que aúnan belleza y melancolía a partes iguales. 

Between The Bars by Elliott Smith on Grooveshark


Syd Barrett


El “diamante loco” puede presumir de ser uno de los músicos que más respeto y admiración ha despertado en la historia del rock habiendo hecho tan poco; de hecho nunca falta en este tipo de listas, ya se trate de músicos malditos o de genios locos. Pese a haber sido expulsado de Pink Floyd cuando apenas habían empezado a saborear las mieles del éxito, su sombra seguía siendo tan kilométrica que durante algunos años prácticamente siguió igualando a la de sus excompañeros, y eso sin hacer casi nada. De su carrera en solitario apenas se pueden rescatar un puñado de temas reseñables, como pueden ser Octopus o Baby Lemonade, pero su personalidad magnética y su talento, unidos a su trágico fin (musicalmente hablando, tardó muchos años en morir) debido al consumo de drogas, crearon el mito que sigue casi tan vigente en estos días.

01- Baby Lemonade by Syd Barrett on Grooveshark


Nick Drake


Uno de los artistas de culto por excelencia, que pasa por encima de estilos y modas. Casi un ermitaño, Drake ha sido uno de los músicos que más impacto produjeron en servidor: tanto al descubrir su música, de una belleza y emotividad casi sin igual, como al conocer más detalles de su vida. Músico tímido y atormentado, tan ingenuo como sincero, su frágil carácter hizo que se parapetara tras su guitarra (de la que era un auténtico virtuoso, dicho sea de paso) para poder expresarse por medio de sus canciones. El hecho de que no concediera entrevistas ni casi apenas tocara en directo terminaron de alimentar la leyenda de uno de los “músicos desconocidos” más influyentes del S. XX. En su obra se aprecia un poso de tristeza y melancolía que impregna cada tema, en cada acorde y cada verso. Su temprana muerte cortó de cuajo una carrera de una calidad y regularidad casi sin parangón, aunque no llegó a cosechar éxito alguno. Sus tres discos, alabados por crítica y público sin excepción, son su legado.

Day Is Done by Nick Drake on Grooveshark

martes, 28 de diciembre de 2010

La sombra del Sir: Emitt Rhodes

Pocas veces un músico ha estado tan tan cerca de Sir Paul. Para Sexsmith está claro que McCartney es más que una simple influencia; otro tanto ocurre con Neil Finn, cuyo grupo fue presentado en su momento como los nuevos Beatles, pero poco tardamos en darnos cuenta que ni por asomo; otros que aparecerán por aquí, como The Nines de Steve Eggers, son bastante más que bandas revival con sus dosis de talento, pero todos aún quedan bastante lejos. Todos… salvo quizá Emitt Rhodes, quien no solo llegó a estar a la misma altura, sino que incluso podríamos decir que en cierto momento incluso lo pudo sobrepasar.


Rhodes dio sus primeros pasos en la música como batería de una banda llamada The Palace Guard, antes de formar y liderar The Merry-Go-Round, grupo con claras influencias Beatle (hasta tenían un zurdo, con lo bien que quedan en el escenario), donde empezó a descubrirse como excelente compositor y multiinstrumentista. La banda tan solo publicó un álbum titulado The Merry-Go-Round (1967), con escasa relevancia en las listas nacionales, aunque sí que lograron cierto renombre a nivel local. Tras disolver el grupo en 1969, por obligaciones contractuales Emitt se vio forzado a grabar un disco en solitario para la discográfica (A&M), pero que finalmente no publicaría… al menos no en ese momento.

Al poco consiguió un nuevo (y tramposo) contrato con ABC/Dunhill Records, y con un adelanto de 5000$ se hizo con un equipo de grabación de cuatro pistas; instalado en el garaje de sus padres se enfrascó en la tarea de componer los nuevos temas, tocar todos los instrumentos y ocuparse de todas las voces, autoproduciéndose el que sería su debut en solitario, el homónimo Emitt Rhodes (1970). Aclamado unánimemente, el disco es una asombrosa colección de joyas pop donde todos los temas son de un nivel más que sobresaliente. La sombra de McCartney se nos aparece tras cada acorde y cada una de las melodías, tanto en las composiciones como en las interpretaciones. Recordemos que no en vano Rhodes se ganó el apelativo de “the one-man Beatles”: nos recuerda al mejor McCartney, sí, pero al McCartney que tenía a su lado sus tres compañeros realzando sus temas, puliéndole los defectos y manteniendo su creatividad en un nivel de constante alerta. Es más, no solo es que el debut de Rhodes esté muy por encima del debut de Paul (nótese las similitudes más allá de lo musical: ambos obras totalmente artesanales y cuasi-caseras, compuestos e interpretados íntegramente por sus autores), sino que además tiene más consistencia, compacidad, coherencia y musicalidad que la mayoría de los discos del Sir. Ya le hubiera gustado a Macca firmar el disco de su “discípulo aventajado”. Canciones como Somebody made for me, Lullabye, Love till you die o Promises I’ve made son brillantes gemas del mejor pop de todos los tiempos, con luminosas melodías que nos cautivan desde el primer corte. El álbum alcanzó el puesto 29 de Billboard.



A la vista del éxito comercial pero sobre todo de críticas, su antigua discográfica decidió editar aquellas grabaciones que tenía archivadas para aprovechar el tirón de popularidad. Pocos meses después de su debut en solitario aparecería su segundo (e indeseado) álbum, titulado The American Dream (1971). Aunque en absoluto se puede decir que se trate de un mal disco, lo cierto es que no tiene la frescura del primero. Esta vez no se ocupó personalmente de todos los instrumentos, sino que por primera y última vez contó con músicos de sesión. Considerado por ciertos críticos como una especie de “calentamiento” para Rhodes, lo cierto es que temas como Mother Earth, Pardon me o You’re a very lovely woman tienen tan buen nivel como el resto de su discografía. No supera el nivel apuntado pero no desmerece en absoluto.



El prometedor debut tenía una contrapartida que resultaría fatal para Emitt: una cláusula le obligaba a entregar a la discográfica un total de seis álbumes en tres años. Es decir, un disco cada seis meses. Teniendo en cuenta que él componía y arreglaba todos los temas, y que él y solo él tocaba todos los instrumentos y cantaba todas las voces, le fue imposible cumplir con los plazos. Además, y como gesto que no se sabe si le honra o todo lo contrario a la vista de lo sucedido, no se le ocurrió agilizar el proceso simplificando los arreglos o descuidando la grabación: su meticulosidad no se vio alterada, y puso los cinco sentidos de nuevo en su nuevo proyecto. Su siguiente trabajo, Mirror (1971), fue compuesto y grabado en nueve meses, tres más de lo permitido. Aunque las comparaciones son siempre odiosas, si equiparamos su primer trabajo con el debut de Paul, el fallido McCartney (1970), en este caso el de Rhodes es muy superior; sin embargo este Mirror saldría emparejado con Ram (1971), ganando el Sir por goleada: parece que Paul iba en ascenso y Rhodes en suave declive. Aquí sí apreciamos una ligera aunque evidente merma en la calidad media de los temas, quizá fruto de la presión a la que le sometía la compañía para cumplir las entregas a tiempo: el disco incluía temas destacables como Birthday lady, Golden child of God (con un fingerpicking muy Lennon) o el Medley: Bubble gum the blues-I’m a cruiser, pero empezamos a vislumbrar algunos temas de relleno, con menos interés. En cualquier caso el resultado final es brillante, aunque no obtuvo la respuesta esperada en cuanto a ventas, apenas entrando entre los 200 primeros puestos de Billboard.



La grabación de su nuevo disco, Farewell to paradise (1973) le llevó más de un año, volviendo a incumplir los plazos marcados en su contrato. Los temas no tienen el alegre optimismo de sus anteriores trabajos, sino que apreciamos una leve melancolía que empaña las composiciones. Los arreglos, de nuevo primorosamente ejecutados, son un tanto más novedosos al experimentar con instrumentos como banjo, violín, saxo… Con un sonido un poco más alejado del resto de su discografía, este último disco supone una triste despedida para Rhodes.



Despedida, porque ya no grabó ningún trabajo más. En realidad sí que ha seguido componiendo y grabando canciones totalmente en solitario, pero desde entonces nunca publicó nada más. La discográfica demandó a Rhodes por incumplimiento de contrato solicitándole 250.000$ como compensación, y le “secuestró” sus derechos de autor de los temas ya editados. Es decir, que nunca cobró ni sigue cobrando ni un céntimo por su trabajo. La inexperiencia le hizo firmar un contrato abusivo que acabó con su más que prometedora carrera. A raíz de un documental sobre su vida, titulado The One Man Beatles (2009), surgieron nuevos rumores sobre la publicación de un nuevo disco, pero por el momento seguimos sin noticias.