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martes, 21 de mayo de 2013

Grandes disgustos con Grandes discos (Parte 3 de 3)

A excepción de que el amigo revolver se animara y elaborase su propia lista, cerramos esta sección en la que públicamente hemos aireado nuestros trapos sucios y hemos repartido leña a algunos de los discos más importantes de la historia. Ya que mis compañeros no se han cortado un pelo y han puesto a caldo a algunos de mis discos favoritos (hablamos del Dark Side of the Moon, London Calling o In the Court of the Crimson King sin ir más lejos), no seré yo el que se prive de zurrar a diestro y siniestro...


The Beach Boys - Pet Sounds (1966)

Empecemos a lo grande: más de uno dirá que no tengo ni puta idea al incluir aquí semejante vaca sagrada, pero es que realmente no sé dónde está el mérito de este disco. Para mí el Pet Sounds se resume a Wouldn’t it be nice y God only knows, dos temazos acojonantemente buenos desde luego, pero es que el resto es muy pero muy del montón. Si en vez de un álbum se hubieran limitado a sacar un single con esos dos temas se trataría del mejor sencillo de la historia, en dura pugna con Strawberry Fields Forever/Penny Lane. Que sí, que en su momento supondría un avance en cuanto a paletas de sonidos y arreglos se refiere, y desde luego ha servido de inspiración y ha espoleado a múltiples bandas desde entonces (al mismísimo McCartney de la época sin ir más lejos), pero ¿realmente las canciones son tan buenas? No sé, quizá yo sea una especie de Dexter Morgan sin alma ni sentimientos, pero en serio que del resto apenas salvaría Sloop John B y eso que tampoco me llama poderosamente la atención. Las instrumentaciones soberbias y unos coros magistrales no salvan, en mi opinión, un disco por otro lado bastante ramplón.


Sex pistols – Never Mind the Bollocks (1977)

Que me aspen, pero de verdad que por más vueltas que le doy a este disco (literalmente) me parece una mierda del tamaño del sombrero de un picador. Huelga decir que no soy pro-punk precisamente, pero es que no le veo ninguna cualidad musical a este mítico álbum. De hecho el punk me parece un movimiento con fuertes repercusiones culturales, sociológicas, estéticas y reivindicativas… pero lo que son musicales, más bien pocas. Quizá la única sea haber conseguido convertir en músicos a personas sin ninguna aptitud para ello: lo que importaba era la actitud (con “c”, no con “p”), la pose y el aspecto. Véase el caso del mismísimo Sid Vicious, figura de culto y primer mártir de la causa, quien fue reclutado para la banda aunque no tenía ni idea de cómo tocar el bajo (de hecho en el disco es el guitarrista Steve Jones quien lo hace). Aunque reconozco que God save the Queen y sobre todo Anarchy in the UK siempre me han gustado, en este disco veo más marketing que cualquier otra cosa. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, recomiendo a todos los interesados el documental The filth and the fury (de Julien Temple) sobre los Pistols.
 


Tom Waits – Swordfishtrombones (1983)

Servidor no es precisamente seguidor del de Pomona y, que conste que pese a haberlo intentado en más de una ocasión, en mi humilde y cuasi analfabeta opinión este álbum me parece de los discos más sobrevalorados de la historia. Y eso que sus primeros trabajos me parecen bastante interesantes, pero este sin embargo es como una bofetada en toda la boca. El amigo Mansion opina, en su entrada sobre Waits, que se trata de una “obra maestra a escuchar en soledad y de forma persistente”, reconociendo que de entrada es un trabajo chocante. Pues bien, yo no he podido pasar de esa primera impresión. Lo he intentado en varias ocasiones, y realmente no puedo hacerme ni al sonido ni, sobre todo, a su caricaturesca voz de estreñido. Hay un par de temas que reconozco que me gustan bastante, y son precisamente los más convencionales: Soldier’s things y Johnsburg, Illinois, que  me parecen dos canciones preciosas. Down, down, down y Gin soaked boy me parecen igualmente que no están nada mal, pero en conjunto el disco me resulta muy cargante y excesivamente pretencioso.




Teenage fanclub – Bandwagonesque (1991)

Aunque el pop-rock de los sixties es mi debilidad no me vale cualquier cosa que tenga aire sesentero; de hecho los revivals me suelen tocar bastante las narices (como me pasa por ejemplo con Tarantino: con la excusa de homenajear géneros como el cine de artes marciales, la serie B o los spaghetti westerns lleva años ofreciendo auténtica mierda enlatada, donde su único mérito suele consistir en títulos de crédito retro y bandas sonoras bizarras). Este disco es uno de estos casos, como mucho power pop de la época, donde casi todo me suena igual: armonías bastante beatleras (o en el mejor de los casos beachboyeras) que no aportan nada, guitarras súper distorsionadas dominándolo todo y, siempre siempre, un imprescindible ritmo de 4/4 (bombo, caja, bombo bombo, caja). Y es que no hay nada más allá de esta manida capa de barniz, y me resulta todo tan pero tan aburrido... En serio, oigo hablar en ocasiones de este disco (como de tantos otros del mismo estilo), pero por más que lo intento es que no logro quedarme con una sola canción que me llame la atención, ni con una simple melodía o riff meritorio. Literalmente: lo he vuelto a escuchar unas pocas horas antes de escribir estas líneas y no recuerdo ni un solo título ni una sencilla melodía. En fin, que sí, que la impresión general es agradable y tal, pero me resulta totalmente insípido y olvidable.