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viernes, 11 de octubre de 2013

Radiohead - The Bends


Suele ocurrir que cuando uno alcanza en su carrera un punto muy muy alto cualquier otro acto, en comparación con este primero, suele ser menos valorado que lo que realmente merece. Es como si a la sombra de una gran gesta cualquier otro logro fuera injustamente despreciado. Un poco esto es lo que sucede con el álbum que hoy nos ocupa. 

Radiohead es una banda que alcanzó su cima creativa y musical con el magistral y monumental OK Computer, y este álbum eclipsa discos más que meritorios que le preceden y le suceden. Y ocurre que muchas veces oyes comentarios sobre estos discos que mencionamos del tipo de "ya, pero comparado con..." o "no está mal pero no llega al nivel de...". Y lo cortés no quita lo valiente: es verdad que el OK Computer está un escalón por encima, de acuerdo, pero cualquiera de estos otros discos es lo suficientemente cojonudo para reclamar su sitio en un pedestal. Porque lo valen. 

El origen de este álbum lo encontramos en un tema de su album de debut, Pablo Honey: se trata de la archiconocida Creep, ya que el tremendo éxito de esta  los llevó a interminables giras de promoción a lo largo de todo el mundo (de las que literalmente acabaron asqueados), así como a sufrir presiones por parte de la discográfica para que volvieran a repetir otro éxito similar. En respuesta a todo esto la banda compuso My iron lung (literalmente mi pulmón de acero) que fue lanzada en un EP: refiriéndose precisamente a Creep, hacían referencia a cómo los había mantenido con vida pero al mismo tiempo los tenía "atados".

Yorke y los suyos se metieron en el estudio para trabajar en sus nuevas canciones y allí se produjo el providencial encuentro entre la banda de Oxford y un joven ingeniero de sonido que posteriormente se convertiría en su productor y, a la sazón, prácticamente sexto miembro de la banda: Nigel Godrich.


Para este segundo trabajo los chicos de Radiohead decidieron dar un paso adelante y abandonar el sonido un tanto grunge de su anterior disco, buscando composiciones más complejas, melódicas y oscuras; Yorke por su parte trabajó en letras más enrevesadas y crípticas, y la banda decidió explorar las posibilidades que les brindaba el estudio a la hora de los arreglos (desde luego no sería nada con lo que estaba por llegar, como todos sabemos ahora, pero ya empezaron a dar los primeros pasos). Para ellos fue como pasar página y abandonar la voragine de Creep y todo lo que rodeó.

Intentando avanzar en su carrera, la grabación del álbum se fue alargando, buscando mejorar los temas, innovar en los arreglos, conseguir nuevos sonidos... El lanzamiento se tuvo que posponer debido a ello, por lo que las presiones de EMI no dejaron de aumentar. Publicado finalmente a principios de 1995, no tuvo el éxito que se esperaba, pero sí que logró grandes elogios y críticas muy favorables que no hicieron sino elevar el prestigio de la banda.

La fragilidad de Fake plastic trees, uno de los mejores temas del disco, es sobrecogedora, realzada sobre todo por la voz en falsete de Yorke; la canción, en continuo ascenso, no nos concede un respiro al final en la última estrofa. High and dry, primer single del disco, es sin embargo un corte más pop y asequible cuya sombra podemos encontrar en múltiples bandas británicas posteriores (y no hase falta desir nada más). Uno de los mejores momentos lo encontramos en Just, donde las guitarras destacan por méritos propios (de hecho Yorke apunta que esta canción nació de un pique entre él y Greenwood para ver quién metía más acordes en una sola canción). Entre mis favoritas del álbum se encuentra Bullet Proof... I Wish I Was, donde la interpretación de Yorke es más sentida que nunca; la melancolía del tema choca con la elegancia y belleza de la composición. El álbum acaba con otra de sus canciones más oscuras, Street spirit (Fade out)




Escucha The Bends en spotify pulsando aquí.

viernes, 12 de abril de 2013

Grandes disgustos con Grandes discos (Parte 1 de 3).

Confieso que esta entrada (dividida en tres partes) no tiene como objetivo poner a parir y de forma gratuita una serie de discos por el simple hecho de “me apetece”. Son entradas enfocadas a dar una simple opinión del porque hay determinados discos (legendarios, todos ellos) con los que no conectamos. Es evidente que esto último no me pasa a mi solo, sino que tengo claro que responde a un sentir general y que todos tenemos ese pequeño puñado de álbumes clásicos que, atraídos inicialmente por la etiqueta de obra maestra que arrastran, acabamos escuchándolos repetidamente esperando encontrar esas sensaciones tan placenteras y entusiastas que todos conocemos pero finalmente no ocurre así y acabamos quedándonos con un extraño regusto a desengaño e impotencia. No valoro aquí la calidad del producto, fuera de toda duda habida cuenta de la fama que arrastran y por aquello del “millones de personas no pueden estar equivocadas”, sino que meramente responde a una cuestion de feeling. Ademas, porque no decirlo, también tiene un puntito de provocación. Afortunadamente son pocos casos, pero haberlos , hay-los. 




Appetite For Destruction – Guns N´Roses (1987).

Lo tengo en casa desde hace muchísimos años y tengo que confesar que no recuerdo la ocasión en que conseguí acabarlo en una sola escucha. Y es que hay tantas cosas en ese disco (o debería decir, en ese grupo) que me repelen, que ya dí por perdida la batalla hace mucho tiempo. Alguno dirá: sino te gusta, porque te lo compraste? Pues por lo que comentaba antes: La fama del disco, la popularidad, el inevitable guiño emocional que producían las primeras notas de Sweet Child O Mine, la edad, etc… Pecado de juventud, diría aquel. Pero no puedo con la voz de Axl Rose y la pose macarrilla y artificiosa de su pandilla. Eso de entrada. Luego la música se me hace imposible de escuchar. Quieren sonar poderosos (como los Stones, obviamente) y acaban sonando aparatosos hasta el sonrojo. Afortunadamente se separaron pronto y no hubo que aguantarles mucho tiempo, pero Appetite For Destruction me parece un disco ciertamente insufrible. Sobrevalorado, es poco. 







The Dark Side Of The Moon – Pink Floyd (1973).


Hubo una época en que me sentía extraño y como de otro planeta por no saber encontrar la gracia a este disco. Me diréis que a este disco no hay que encontrarle la gracia, que este disco es algo muy serio y que requiere de cierta liturgia para saber saborearlo y disfrutarlo en su esencia. Bla, bla, bla...Todo es muy pomposo. La propuesta, el rollo conceptual, la música. Miento, la portada me parece fabulosa y Us Or Them es ciertamente magnética, pero el resto es algo que no entiendo. Y vaya por delante que habré dado a este disco (y alguno mas de Pink Floyd) cientos de escuchas y oportunidades, pero todas resultaron en balde. Debo ser de los pocos seres habitantes de este planeta al que no le gusta este disco y que no flipa con los particulares sonidos de Waters, Gilmour y compañía. Por eso merecería un premio, no?




London Calling - The Clash (1979).

En este caso, confieso que la cosa me fastidia bastante. Porqué no me gusta London Calling si tiene todos los boletos para que así fuera? No lo entiendo. Cosa de feeling o de yoquese. De nuevo, otro disco (doble, por cierto) al que habré dado miles de oportunidades. Incluso he regalado alguna copia en alguna ocasión! Triste, pero es así. No me gusta London Calling y no me gustan los Clash. Es aun mas triste saber que me gustan los Jam o los Ramones, por ejemplo. Pero quizás el hecho que no comulgue con el reggae, el ska y músicas de ese tipo, hace que mi empatía para con los Clash sea prácticamente nula. Ademas, su reivindicación ochentera por parte de muchos de los peores grupos que pulularon por el rock de mi tierra (sarri sarri, ya sabeis), hizo que acabara tomándomelos muy poco en serio y acabara algo empachado. Una pena.



Kid A - Radiohead (2000).

Les ví en la gira de este disco y en el concierto inaugural esperando una buena dosis de The Bends y en menor medida de Ok Computer. Pero mi gozo en un pozo. Presentaban Kid A y me aburrí muchísimo. Fue en ese momento cuando Radiohead dejaron de interesarme. Se pasaron de cool y conmigo no coló. Tengo un amigo que comparte esta percepción para con los de Oxford y suele decirme que tiene una lavadora en casa que suele hacer aun mas ruiditos que los discos de Thom Yorke. Jejeje, es cierto, doy fe. Kid A fue una vuelta de tuerca mas de Radiohead en la búsqueda de dios sabe que. Les honra el ser una banda en permanente convulsión estilística y les gustará sentir que copan siempre las listas de los mejores discos de los últimos años, pero hace mucho tiempo que se olvidaron de la emoción. Ruiditos, canciones monótonas, y extrañas sensaciones de "pero esto que es!".

jueves, 18 de agosto de 2011

Passion For Acoustics - Creep



El tema que lanzó a la fama a Radiohead fue fruto de un par de casualidades. Bueno, un par de casualidades y un más que evidente plagio: su parecido con The air that I breathe de The Hollies es tan flagrante que Albert Hammond y Mike Hazlewood aparecen como coautores de la canción que hoy nos ocupa.

En 1992 los chicos de Radiohead habían logrado un contrato con la discográfica EMI, y encontrándose ensayando en el estudio tocaron Creep, tema que había sido compuesto por Thom Yorke algunos años atrás mientras estudiaba en la universidad. Tras una sesión decepcionante, en la que la banda interpretó desastrosamente otra serie de canciones, desde la sala de control les pidieron que volvieran a tocar Creep. Cuando los productores, Sean Slade y Paul Q. Kolderie, se dieron cuenta que era un tema propio y no una versión (Yorke definía esta canción como “nuestro tema a lo Scott Walker”, lo que llevó a la confusión), ofrecieron a la banda grabarla. Dicho y hecho: en una sola toma dejaron el tema listo para editarse.

Radiohead: probablemente la banda con menos groupies de la historia

Su primera edición en Reino Unido fue un fracaso: pese a tener detrás a EMI, el single solo llegó al puesto 78 de las listas británicas, por lo que la banda se centró en sacar un nuevo single, que resultaría ser Anyone can play guitar.

Pero, y aquí llega la segunda casualidad, a finales de 1992 un DJ israelí llamado
Yoav Kutner se obsesionó con Creep y la emitía incesantemente en su programa de radio, hasta el punto de convertirla en un éxito en Israel. Radiohead se fueron para allá a dar una serie de conciertos, y empezó a producirse el efecto dominó: sin que nadie lo esperara ni se pudiera esperar, Creep empezó a copar los primeros puestos de las listas de países tan remotos entre sí como Nueva Zelanda o España.

Para entonces algunas emisoras de radio de la costa oeste estadounidense se habían hecho eco de la banda de Oxford, y empezaron a emitir el single cada vez con más entusiasmo: para finales de 1993, Creep era todo un éxito en Estados Unidos, eso sí, con una versión censurada de la misma: cambiaron el "so fucking special" por "so very special" para el escandalizable y mojigato público norteamericano. Ante esa situación, y pese al rechazo de la banda, la discográfica decidió reeditar el tema en Reino Unido, alcanzando el puesto 6 en las listas británicas.

El resto ya es historia.