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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Firmas Invitadas: Chals - El Ocaso de los Caballeros y las Doncellas (2 de 2)

El amigo Chals visita nuestro blog para escribir dos entradas en homenaje a Lou Reed. No dejéis de entrar en su blog, www.chalsontheroute.blogspot.com 
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Viene de la entrada publicada el pasado día 23 de noviembre.

EL OCASO DE LOS CABALLEROS Y LAS DONCELLAS (2)
Por Lou Reed

Después, por supuesto, hay otros problemas, las detenciones por asuntos de drogas, la constante empanada mental. ¿Y si van de gira sin mí? La parte económica. ¿Me moriría de hambre? (Murió absolutamente endeudado). Si tocan sin mí, caeré en desgracia y no tendré nada, mientras que si abandono y doy la campanada por mi cuenta, estoy lanzado antes de que caigan en la cuenta (¡qué triste! ¡qué inevitable!) y habré creado mi propio mito, estilo, voz, los ojos estarán puestos sobre mí, tengo un futuro, es tanto lo que sé, música, música, música, y la gente se dará cuenta así de que puedo hacerlo, debo hacerlo, lo haré, tengo que hacerlo.

Y por supuesto la desorientación, voy por para atrás, adelante, el ataque de asma (me voy a ahogar), la caída (¡¿dónde está las piscina?!) y todo vuelve a la calma como silenciosas burbujas haciendo un supremo esfuerzo, formando después finísimos regueros hasta la última que se desvanece de la existencia terrenal.

¿Se dan cuenta las personas de que a la edad de algunos de nuestros artistas, la mayoría de ellos se han establecido en un estilo de vida del que recibirán compensación el resto de sus vidas? Se trata de la seguridad de empleo y familiar. La mayoría han encontrado a su compañera o compañera del alma y se ocupan de un hijo, si no de dos, y la vida parece ordenada y con un propósito.

No hay extraños devaneos para ellos. Esto es así en mayor o menor medida para el común de los mortales. Sin embargo no hay hijo más delincuente ni familia más caótica que la que se siente a la mesa del rock. ¿Quién más retira sus emociones tan arbitrariamente? Y sin embargo, si consideramos al público sencillamente una única persona en su conjunto, no se le debería creer ni más ni menos fiable que cualquiera otra. Alerta, pues, intérprete. Si vienes buscando amor, trae contigo buenas agallas y un corazón curtido. O como decía mi psicoanalista, no dependas de nadie, ni de tu amante, ni de tu amigo, ni de tu médico. 


Hendrix, el más versátil de los guitarristas, su más auténtica extensión electrónica, dependía de su público para llevarle a cualquier parte menos donde se encontraba. Y como insistía en emprender el viaje de aquellos en vez de llevarles al suyo, acabó obligado a enfrentarse a una clamorosa visión de sí mismo como payaso. Uno no puede llegar a lo más alto y cambiar de máscara. El amante exige constancia, y a no ser que uno haya establecido la variación como norma a priori, se verá calificado de adúltero. Se puede aceptar lo ilógico como lógico si se presenta siempre, pero no cuando brota como una madura granada en un huerto de melocotones.

Hendrix estuvo a merced de tantas personas que uno se pregunta cómo se mantuvo tanto tiempo como lo hizo. Era la otra cara de la moneda de Joplin. Si ella estaba vendiendo lo negro, el estaba vendiendo lo blanco. Cuando su agencia de management lo trajo aquí desde Inglaterra con dos colaboradores blancos, el modelo estaba sellado. Jimi Hendrix jamás habría estado aceptado en Norteamérica blanca como fenómeno de primera fila de haber llevado una banda compuesta exclusivamente de negros. 

Al llegar Jimi Hendrix lo más sorprendente, a parte de su verdaderamente increíble virtuosismo a la guitarra, fue su salvaje, aunque divertida, violación de su instrumento. Éste chillaba y gimoteaba pasando a un crescendo de saltos y alaridos que sólo la casualidad podía programar. (Ya ves, somos extensiones de Mr.Cage; todo es tan moderno y primitivo al mismo tiempo, tan simultáneo). Cualquiera que haga eso noche tras noche ha de volverse loco. Fue el frenesí de uno mismo, ya que el frustración tan sólo puede ser representada durante cierto tiempo con medios violentos, nunca con la mímica. Si alguna parte de ella deviene impostura, entonces se emplean energías vitales para representar los peores aspectos del yo y tanto la mente como el cuerpo quedan pronto exhaustos. 

Los espectáculos de Jimi Hendrix se convirtieron en espectáculos eróticos, el ídolo agitándose con movimientos eróticos, tan… inseguro de sí mismo, en una actuación con dos compañeros que evidentemente no eran de su cuerda. La sensación de amargura predominó sobre la atención a la estrella. ¿Pero él era la estrella, no es cierto (guitarrista y vocalista principal)? De modo que el grupo se disuelve. Llega el amorfo ocaso y se da cuenta: no soy un artista del strip-tease, un falso Ann Corio de la pelvis, soy un guitarrista. Ahora que, uf, he llegado, ¿por qué no me toman en serio? El cenit de lo guarro pretende hacer Macbeth en rock y cosas por el estilo; todos los cómicos, ja, ja, pretenden ser actores dramáticos. Pero si ¡Yo! ¡Soy! ¡Un! ¡Artista! ¡Puedo! ¡Interpretar! Y podía (oponiéndose a la Casandra del management) haber interpretado un vigoroso Rey Lear o un dulce y amoroso Hamlet, ya que Jimi tocaba música preciosa en cada minuto en que estaba despierto, música meridional y solar impregnada todos sus pensamientos y acciones y tuvo que ser, insisto, tuvo que ser, que dijera debo interpretar verdadera música o me marchitaré y habré muerto cualquier borrascosa mañana.

Y así, como lo hará también Joplin, forma una nueva banda, para interpretar lo que pretende. Sin embargo, no hay dinero para eso, no tiene tanto éxito (¿Dónde están los fans?) y entonces la antigua banda se reúne esporádicamente para hacer bolos en Oregón y persiste la necesidad de actuar ante un público, sólo que esta vez se ve conscientemente obligado a violarse a sí mismo y a su alma (el cuerpo es el templo que alberga el alma activada por la energía del espíritu). Antes se estaba bien, cuando no comprendíamos lo que estábamos haciendo (la Sombra de los Hombres es testigo de todo lo que hacemos), cuando teníamos que llegar arriba… pero ir en contra de los principios (acabados de descubrir), ¡ahora!, ir en contra del espíritu, ¡ahora!. 


Entonces uno vuelve corriendo al camerino a clarificar sus objetivos, sienta la cabeza, pone en orden sus ideas, hace una seria reflexión, y débilmente, muy débilmente, quizás perciba, o no, que su manager le estaba mintiendo.

¿Con quién puedes hablar cuando estás de gira? Sucios y greñudos drogatas allá donde miras. El chico te pasa una bolsa de polvo verde (por el amor de Dios, como dirían Holden, Samwise, proteja al maestro) y se desvanece. No cojas eso, lleva tranquilizante de caballo dentro. Oh, me inyecté mientras sonaba tu canción. Me detuvieron mientras sonaba tu canción. Oh, por favor dame tu bendición y tócame y haz que todo desaparezca. Yo amé por ti.

¿Con quien habló Janis Joplin cuando iba de gira? Ella trajo excesos de sentimiento a la moribunda música blanca. En la carretera, cuando uno sólo conoce las noches, nunca los apacibles días de sol puro del sudoeste. Y todos nuestros compañeros están drogados y a la última y son tan sofisticados (hablamos a tan alto nivel que sólo nos oyen los perros) comentando la escena y quién hizo qué a quién y cuatro juegos de palabras sobre el porqué, tan distantes… Ella está tan… retorcida. Con quién vas a hablar cuando eres famosa y estás sola y todos te idolatran y pretenden… colocarse contigo y mostrarse que ellos también son cool, que saben de qué va el rollo y mira vamos a emborracharla, es tan divertida cuando está borracha, te la comerías, te acuerdas cuando…

Recuerdo personas que tocan un bis y otro bis y después de verse presionados a representar un papel que pudieron haber deseado, consciente o inconscientemente emulan un modelo, gradualmente se convierten en la persona y, después a solas, has de hacerse cargo de esta forma de vida porque aquellos miserables así lo desean. ¿Y si tuvieran razón? Quizá yo debería morir. ¿A qué no?

Y si es verdad, tan verdadero que no se puede vivir a las expectativas de todos, y si es verdad que uno no puede ser otra cosa que uno mismo (más que con el paso del tiempo), entonces, uno debe de ser fuerte de corazón si desea enfrentarse al problema en público, en escena, trabajando ante “ellos” que en el fondo esperan y predicen en la prensa la caída de su ídolo. Y si fue verdad que era inevitable y, ah sí, ya se sabe, es triste, y, ah, nada se pudo hacer por ella, al fin y al cabo así es como comenzó, sólo que se dio cuanta demasiado tarde, las costumbres adquiridas durante los años no se quitan en unos días, entonces sí es verdad que las princesas son mancilladas, pues todos nosotros somos caballeros caídos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Top 5: 1989, año de resurrecciones.

A aquellos a los que les gusta (y conocen) la historia de la música, no se les pasa por alto que 1989 fué el año que vió renacer creativamente a varios de los músicos mas importantes de los sesenta y de los setenta. Por multiples razones, los años ochenta (década que defiendo en lo musical, por cierto) sentaron muy mal a músicos del calibre de los aquí expuestos. Quizás el cambio drastico en los metodos de produccion, la aparición de muchos estilos nuevos y el lógico devenir de los nuevos tiempos, hizo que muchos de estos ilustres nombres acabaran perdiendo el norte entregando discos fallidos y propuestas incoherentes. Algunos de ellos estuvieron a punto incluso de emborronar por completo su brillante pasado y caer en el mas absoluto de los olvidos. Afortunadamente, a finales de la década, muchos de ellos volvieron a recuperar su sino y a entregar discos importantes que volvieron a dinamizar su carrera y a situarles en el lugar que merecían. Son cinco discos de cinco nombres. El orden en este caso es simplemente una preferencia personal. No es trascendente.

5. Paul McCartney - Flowers In The Dirt.


Paul McCartney es con toda seguridad el músico con mayor presencia en el blog desde su creación. Yo me considero un profundo admirador del ex-Beatle aunque no llego al nivel de conocimiento de mis tres compañeros de redacción. En cualquier caso, hay discos de Paul en solitario que son discos de cabecera para un servidor, y aunque Flowers In The Dirt no es ninguno de esos, si que creo que fué el album con el que McCartney se reconcilió con crítica y público tras unos años de extraña zozobra creativa. Aquí es el gran Elvis Costello el que le ayuda a levantar la cabeza y tras unas sesiones junto al otro genio británico, consiguió entregar varias composiciones de mérito. Cuatro concretamente. Sobresale entre ellas la tremenda My Brave Face, tema que enseguida te hace expresar en tu cara una sonrisa de satisfaccion mientras la escuchas. McCartney dando otra vez en la diana. Del resto del album destacaría a gusto personal cosas como Put It Here, Figure Of Eight, This One o That Day Is Done. Insisto que no es para mi un disco básico de la carrera de Paul, pero está claro que sirvió de perfecto revitalizante de una carrera que no tenia un horizonte muy claro a corto plazo.

4. The Rolling Stones - Steel Wheels.


Caso similar al anterior de Paul McCartney, aunque en los Stones, las propias desavenencias entre Jagger y Richards son las que casi acabaron con el grupo a mediados de los ochenta, poco después del exito del album Tattoo You (1981). El empecinamiento de Jagger por triunfar en solitario generó un terremoto interno que resintió los cimientos de la banda de rock mas grande del mundo. Y eso se reflejó en discos como Undercover (1983) o  Dirty Work (1985), trabajos sin alma y totalmente prescindibles. Solo la intervención de Ronnie Wood hizo que las dos estrellas volvieran a colaborar juntos y como antaño. El resultado fué este Steel Wheels con el que volvieron a primera linea de rock y cuya consiguiente gira demostró que lejos de estar acabados, los Stones estaban dispuestos a afrontar con energía una segunda juventud. Mixed Emotions, Rock And A Hard Place, Sad Sad Sad, Slipping Away, Can´t Be Seen o Blinded By Love nos devolvían a unos Stones renacidos y listos para la batalla. El disco no ha soportado el paso del tiempo tan dignamente como Tattoo You (por ejemplo) pero consiguió salvar los muebles, que no es poco.

3. Bob Dylan - Oh Mercy.


En el caso de Bob Dylan, creo que el gran mérito de su resurrección creativa, hay que atribuirselo en gran medida al productor del disco: Daniel Lanois. Se conoce que fué Bono de U2 quien recomendó al maestro de Duluth que se agenciara al brillante Lanois para producir sus nuevas canciones. Acierto absoluto. Solo hace falta escuchar el disco y compararlo con los inmediatamente anteriores (los flojísimos, por no decir indignos, Knocked Out Loaded y Down In The Grove) para darse cuenta de ello. Y no digo nada si a uno le da por escuchar las versiones que el maestro incluyó en el Bootleg Series Vol.8 Tell Tale Signs, que en muchos casos superan en calidad a las registradas en el propio album. Oh Mercy es un discazo del genio, y contiene canciones realmente maravillosas, y muy propias del particular estilo de su autor. Ring Them Bells, Everything Is Broken, la maravillosa Most Of The Time, Disease of Conceit o la apertura brutal de Political World. Dylan vuelve a entregar un disco homogeneo y a la altura de su talento. En los noventa recuperaría aun muchas mas sensaciones positivas para acabar entregando la obra maestra que es Time Out Of Mind.

2. Lou Reed - New York.


De todos los aquí citados, puede que el ya eterno Lou Reed fuera el que menos se "autolesionó" creativamente en los ochenta. Por ejemplo, en 1982 entregó uno de mis favoritos de toda su carrera, el fantastico The Blue Mask y en 1983 el mas que reivindicable Legendary Hearts. Pero para que engañarnos, también quedaban lejos los tiempos de Transformer, Coney Island Baby o Street Hassle. Las drogas aquí hicieron mucho daño. New York compensó con creces todo aquello. Y en este caso, Reed no se andó con florituras. Esto es una resurrección en toda regla ya que New York es, contemplando el conjunto de su obra, una de sus cimas creativas. Todo en este disco es formidable. En el aspecto lírico volvió a demostrar que cuando hablamos de Reed hablamos de uno de los mejores poetas del rock. Y en el musical, algo parecido. Discazo lleno de momentos gloriosos como Romeo Had Juliette, Dirty Blvd, There Is No Time, Last Great American Whale, Sick of You, Hold On etc... Lou Reed vuelve a sonar como el mejor Lou Reed. Aquí no hay mas debate. 

1. Neil Young - Freedom.


A mediados de los ochenta la figura musical de Neil Young se volvió casi irreconocible y practicamente todo el mundo le daba por perdido para la causa. Ni siquiera discos tan hermosos y genéricos como Old Ways (1985) le salvaban de caer una y otra vez al fondo del pozo. Para 1986 con Landing On The Water, la cosa ya no parecía tener solución. Pero Young es un genio y Freedom, le sacó de las catacumbas de donde se hayaba metido desde Reactor (1981) y Trans (1982), delvolviendonos al genio tan crudo y a la par tan brillante como en los tiempos de Rust Never Sleeps (disco de 1979 con el que Freedom tiene mas de una similitud). Todavia era capaz de parir himnos generacionales (Rockin' in the Free World), deliciosas melodias acusticas (Hangin' on a Limb), adictivos trallazos rock (No More), intensas baladas (Ways Of Love, Wrecking Ball) y hasta tenia tiempo para proponer guiños springsteenianos (Someday). Disco mayusculo, de entre mis grandes favoritos de su obra, y que demostró que Young volvía para quedarse y ademas, si cabe, para recuperar el trono perdido: Ragged Glory (1990).

sábado, 23 de noviembre de 2013

Firmas Invitadas: Chals - El Ocaso de los Caballeros y las Doncellas (1 de 2)

El amigo Chals visita nuestro blog para escribir dos entradas en homenaje a Lou Reed. No dejéis de entrar en su blog, www.chalsontheroute.blogspot.com
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Aún muy afectado por la pérdida de Lou Reed, he decidido transcribir un ensayo de su puño y letra que publicó la revista Efe Eme el 4 de Febrero del año 1999 en su cuarto número, traducción de Toni Torregrossa. Se trata del primer texto que hizo antes de su debut en solitario, entonces trabajaba de mecanógrafo en la empresa de su padre por 40 dólares a la semana. Fue gracias a Robert Somma, director de una publicación de cultura y rock, que dió con él y le incitó a publicar sus versos y ensayos. Lo primero que salió de su pluma fue este ensayo titulado "Fallen knights and fallen ladies". En él desfilan Brian Epstein, Brian Jones, Jimi Hendrix, y Janis Joplin, cuyas muertes eran recientes en aquella época, y de los que Lou Reed se sirve para dar su perspectiva respecto al mundo del rock. Un texto largo pero que no tiene desperdicio, y con el que podréis estar de acuerdo o no, pero si que da ciertas claves que marcarían su carrera posterior, su relación con la fama, y posiblemente su supervivencia a lo largo de tantos y tantos años.

EL OCASO DE LOS CABALLEROS Y LAS DONCELLAS (1)
Por Lou Reed

A la edad en que la identidad constituye un problema, algunas personas se unen en bandas de rock and roll y actúan para otras personas que comparten esas mismas dificultades. La diferencia de edad entre intérprete y espectador en el rock no suele ser grande. Por desgracia, los de la cuarta fila están convencidos de que aquellos que ocupan el escenario saben más cosas que ellos. Lo cual no es cierto. Sencillamente se requiere un ego muy firme para permitir que a uno se le quiera por lo que hace más que por lo que uno es, y aun mayor para caer para caer en la cuenta de que uno es lo que hace. El cantante tiene su alma pero no se siente amado fuera del escenario. O, peor todavía, siente que sólo brilla sobre el escenario y fuera de él se siente marchito, la más común de las flores del jardín. Sin embargo somos todos tan comunes como copos de nieve, ¿no es cierto?

Brian Epstein construyó un imperio, pero vivió suficiente para tener mucho tiempo a su disposición. Aquellos que detestan el régimen laboral de nueve a cinco no conocen las ventajas de que gozan. Domina la mente y la protege de sí misma. Suaviza el ego. Esto es lo que hago. Tengo una familia y me ocupo de ella. Cuando uno dispone de tiempo libre intenta disfrutarlo, aunque sólo sea por su escasez. Somos una especie que necesita trabajar. Brian Jones murió por falta de trabajo, y Janis Joplin y Jimi Hendrix por exceso del trabajo equivocado.

Recuerdo bien los primeros días de los Beatles. No fue mucho tiempo después de que la fuerza policial de la ciudad que albergaba la gran universidad del Este en la que yo estaba me solicitase que abandonara la población mucho antes de graduarme debido a diversas operaciones clandestinas en que se me suponía implicado. En aquellos tiempos pocas personas llevaban el pelo largo, y aquellos que lo llevaban se identificaban los unos a los otros, cuanto menos, como buen tipo y fumador de marihuana. Por aquel entonces estaba yo reuniendo pruebas médicas a fin de evadirme de la mili cuando llegaron los peludos, con sus fotos en los escaparates y sus discos en sus gramolas allá donde los poetas locales fruncían el ceño y se leían folios unos a otros, donde los más maduros y sofisticados habitantes de la ciudad iban al acecho de inexpertos jóvenes y donde yo a menudo acudía a beber solo a la salud de la última frustración de la semana. Era el mundo de Kant y Kierkegaard y las polémicas metafísicas se alargaban hasta bien entrada la noche, y fue a este mundo al que vino la música de los Beatles, primero como novedad, después como estilo, las botas de tacón español, los cortes de pelo con flequillo, los acentos (tan deliciosos, murmuraban embelesadas las chicas a sus colegas norteamericanas calzadas con botas impermeables), un estilo que habría de proliferar y finalmente dominar los años sesenta.

Por este tiempo acababa de adentrarme en el mundo de las drogas de la mano de un negro de cara hundida cuyas facciones se dividían en dos secciones (como una casa de dos niveles) que se llamaba Jaw. Jaw (Mandíbula) me pasó la hepatitis de inmediato, lo cual es patético y risible a la vez, considerando que escribí una versión ampliada de esta experiencia en forma de canción. En todo caso, su mala sangre puso fin a mis malogradas excursiones y en consecuencia templó cualquier entusiasmo que pudiera tener por la música pop del momento. Los Beatles eran inocentes del mundo y sus maldades, pensaba yo, a la vez que dejé de poseer esta virginal visión. Después de todo había adquirido una ictericia.


Esta visión del mundo no obstante se desvaneció, y mientras mi mente y mi hígado me libraban del ejército, yo también bailé al son de los Beatles. ¿Se habría dado cuanta Brian Epstein de lo que habría desatado en el mundo? ¿Fue él quien había ató su cometa a la cola de los Beatles o fue viceversa? ¿Se trataba de un negocio seguro que cualquier idiota habría podido montar a pesar de su pobreza o era toda la empresa un plan de confabulación (Diez discos en los diez principales a la vez!)? Nunca lo sabremos, y si lo saben John o Paul, no parecen querer hablar de ello.

Si Brian Epstein no tuvo en realidad nada que ver con el éxito de los Beatles, resulta más fácil comprender su muerte. Lo vemos inútil, sintiéndose, quizás, el peón de las circunstancias, a las que él no habría contribuido con su verdadera aportación de carburante. Sintiendo que no tenía nada que dar. Después de todo lo que hizo, en su autobiografía, se describe como un ser apagado, que sólo tomó vida a través de ellos. ¿Acaso no había fracasado como actor? Lo recuerdo en el viejo programa de televisión Hullaballoo con un aspecto pálido, triste y fuera de lugar. ¡Tan callado! ¿Era éste el magnate genial, el sucesor del Coronel Parker, el nuevo Barnum?

Quizás era el genio que algunos dicen, que invertía su tiempo en intrincadas y espléndidas maquinaciones, tramando y siguiendo la pista de nuestros ídolos para que en su momento resplandecieran sobre todas y cada una de nuestras cabezas. Si fue un gran hombre de negocios, que expresaba su voluntad a través de cuatro músicos, que imbuía honestidad e integridad a un negocio otras veces turbio, ¿Cómo sufriría cuando los Beatles decidieron no hacer más giras? ¿Qué le quedaba después de dos películas y ninguna gira? Sin reuniones organizativas, estrategias, planes, ni proyectos. ¿Quedaba uno eternamente condenado a estudiar monstruosos manuscritos, rezando para encontrar las palabras sagradas, para resucitar de nuevo la emoción, la gloria y el poder?

¿O pasas el tiempo revoloteando de fiesta en fiesta, de continente en continente, experimentando con esto o aquello, saboreando los frutos de los esfuerzos realizados, pero sin esforzarse ya nunca más? ¿Acaso encuentras nuevos grupos como Gerry and the Peacemakers, The Cyrcle, Cilla Black? Sólo hay un grupo. Y éste no quiere actuar.

Lo más revelador de él es una historia que oí y que pudiera ser verdadera o no. En su mansión, Brian Epstein sólo tenía criados españoles, ninguno de los cuales sabía hablar inglés. Consideremos esto como un ejemplo de discreción para todos nosotros. 

Después de los Beatles llegaron los Stones, y de los Stones nadie podría dejar de fijarse jamás en Brian Jones con su engreído carácter de Piscis, sus aires de enterado, sus enfermizos ojos de pez, su increíble ropa, esos magníficos pañuelos, el Brian siempre en la vanguardia de la moda, el Brian perfecto. ¿Cómo podía Brian tener asma, una enfermedad psicológica (se dice) y desde luego algo muy raro para un grupo de rock and roll? Leímos en entrevistas que Brian se consideraba el verdadero líder de los Rolling Stones, posición que ostentó hasta que su gira americana hiciera destacar a la figura de Mick en virtud de su impacto en los corazones de las mujeres norteamericanas.



¿Recordáis cómo en 1964 se calificaba a los Rolling Stones de homosexuales por su cabello largo? (¿También te lo decían a ti?). Brian con dos quinceañeras cogidas a cada brazo, debía reír a gusto. Y sin embargo, el centro de atención se iba desplazando. En un grupo la atención puede estar equitativamente distribuida (todos conocíamos a John, Paul, George y Ringo), pero en los Stones ésta se centraba en Mick. Normalmente en un grupo un instrumentista nunca puede hacer sombra a un cantante solista. (Excepción: los Yardbirds, en los que Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy Page precisamente ensombrecieron al pobre Keith Relf). En los Stones estaba Mick, el referente central. Charlie y Bill eran para los gourmets de la música. Eso nos deja con Keith y Brian. La guitarra solista siempre, siempre supera a la guitarra rítmica en popularidad, de modo que Brian quedaba fuera, que por tanto se encomendó a instrumentos cada vez más exóticos a fin de establecer su presencia ante si mismo y los demás. “Esto es lo que valgo. A ver como tocas tú este trasto.”

Sería una equivocación, creo, que alguien quisiera competir con Jagger en sus mismos términos. Jagger ha reescrito literalmente el manual de instrucciones sobre los aires duros y andrajosos y el papel de chico de la calle enfrentado a la sociedad, que representó a la perfección y sin concesiones. De haber pensado Brian en competir habría sido un error. Nadie puede superar al cantante solista.

Nuevas drogas, nuevos países, nuevos sonidos, de vuelta al blues, mi propia música (el ideal y el sueño de todo músico). Debo redefinirme porque el “yo” en que habría querido convertirme está ocupado por otro. Y sin embargo era identificado como uno de los Stones, que por el contrario se identificaba como el grupo de Mick, una banda de apoyo, un colaborador. Los expertos saben por supuesto que la banda es una banda de verdad, pero la gran masa contempla a Mick como líder y no a Brian abandonado de la gracia de Dios. ¿Y, como se encaja esto? “Pero si yo fui el padre del invento”, podría decir. “Eran mis discos los que escuchabais, yo os puse en la onda, ¿debo ser un maldito cantante para llegar a todo el mundo?” Sí. O bien el campeón mundial de la guitarra.

martes, 19 de noviembre de 2013

Top 5: los peores cantantes que más nos gustan

Lo cierto es que no dejamos de admirarnos y destacar tal o cual cantante por sus dotes vocales o por alguna interpretación espectacular; no hace falta que ponga ningún ejemplo concreto, cada cual estará pensando en algún que otro portento (cada uno tendrá sus preferencias), de esos que no admiten discusión alguna. Pero luego ocurre que hay otro tipo de intérpretes que, ¡ay!, como artistas no hay duda que tienen talento de sobra, pero precisamente de voz andan más bien escasos, de estas veces que tú piensas "qué pena, si cantara mejor...".

Hoy hablaremos de algunos de estos artistas que nos encantan pero que, ironías de la madre naturaleza, no nacieron con las cuerdas vocales que sin duda habrían merecido. Realmente no es que piense que les haga falta una voz diferente, pues con el cambio su obra sería también otra y la historia tampoco sería la misma, pero sí que no les hubiera ido mal un poco de más afinación o mayor registro vocal en algún caso concreto.

Jimi Hendrix

El mismo Hendrix vivió siempre acomplejado por su voz, tan limitada como ilimitado era su dominio de las seis cuerdas. El zurdo de Seattle de hecho fue, al principio de su carrera, bastante reacio a cantar ya que se sentía muy inseguro delante del micrófono. Y aunque un poco de razón no le falta, lo cierto es que su estilo tan personal (hay ocasiones en que más que cantar casi rapea, como por ejemplo en Castles made of sand) es parte de su encanto. Solo cuando intentaba forzar un poco la voz era cuando dejaba más al descubierto sus limitaciones; aún así, su suave timbre y su fraseo tan característico han calado en los oídos de sus seguidores y parece impensable escuchar sus canciones con otra voz que no sea la suya. Por otro lado, hay ocasiones donde su trabajo vocal no está nada mal: en Long Hot Summer Night hace un juego de armonías bastante bien acabado.

Castles Made of Sand by Jimi Hendrix on Grooveshark

Dr. John

A sentido del ritmo, garra, sentimiento e intensidad pocos ganarían al viejo Mac, de eso no hay duda. Ahora bien, a la hora de cantar... en fin. Dr. John tiene una voz no muy agraciada, las cosas como son: viene a ser una mezcla entre voz humana y graznido de cuervo estreñido. Luego, en cuanto a insuflarle swing y soul a su interpretación, chapeau, pero el timbre de su voz rota no es precisamente agradable. Uno de sus mejores momentos de siempre para servidor, la hípermítica Tipitina, es una muestra de cómo las carencias de sus dotes vocales las suple con la fuerza y sentimiento de la interpretación.

Tipitina by Dr. John on Grooveshark

Lou Reed
 

El bueno de Reed tenía una bonita voz, profunda, con un timbre agradable. Su problema era (joder, hablar en pasado de él por el momento cuesta) sin embargo su escasísimo rango vocal, motivo por el cual su manera de cantar es extremadamente plana, casi que declamara sus letras en lugar de cantarlas. Tan limitado registro no le impedía, sin embargo, atreverse con casi todo y rocanrolear sin dudar ni un instante; en los temas movidos, sin embargo, es donde su poca expresividad resulta más patente. En sus últimos años, algo normal, perdió la poca voz que tenía y su registro era más limitado si cabe. Aún así, su tremenda personalidad y estilo tan personal son absolutamente icónicos.

I’m So Free by Lou Reed on Grooveshark

Bob Dylan

¿Cómo no iba a aparecer el de Duluth en un listado de este tipo? No entraremos a valorar el timbre su edad provecta sino que nos limitaremos a cuando aún era un intérprete solvente: su voz, demasiado nasal y punzante, puede incluso a veces resultar un tanto molesta. Pero probablemente, bajo sus letras y su eterna capacidad de reinventarse, su forma tan peculiar de cantar sin duda contribuyó en parte a redefinir el folk rock americano en la década de los sesenta: es de ese tipo de cantantes que, quizá por sus limitaciones, cuando uno lo oye lo ves cercano a ti y de este modo sientes más lo que dice que cómo lo dice.

Rainy Day Women #12 & 35 by Bob Dylan on Grooveshark

Neil Young

No vamos a negarlo: Neil es uno de los más grandes, un coloso, pero su voz es demasiado frágil y quebradiza, con ese semi-falsete al que nos hemos acostumbrado pero que choca de inicio. Además, su afinación es en muchos casos más que deficiente. Me ocurrió cuando lo escuché por vez primera (desde luego que conocía su nombre y trayectoria, y quizá por eso esperaba un vozarrón a lo Springsteen o a lo Jagger, qué se yo), cuando su débil voz me intrigó y cautivó casi tanto como sus tremendas canciones, estableciendo un tipo de conexión con el oyente que va más allá del virtuosismo, basada en la honestidad y entrega.

Speakin’ Out by Neil Young on Grooveshark

lunes, 11 de noviembre de 2013

Lou Reed en "cinco" discos

Tras abandonar la Velvet sin pena ni gloria, Lou Reed se embarcó en una arriesgada carrera en solitario donde su afán por superarse, experimentar y hacer siempre lo que le pedía el cuerpo (y no lo que pedían las discográficas) fueron sus señas de identidad. Inconformista, desafiante, transgresor o impactante son solo algunos de los calificativos que podríamos aplicarle, un outsider cuya sombra es mucho,  muchísimo más alargada de lo que su fama o sus ventas puedan sugerir.
 

Esta entrada la estábamos gestando desde haces meses entre bambalinas: un tuya-mía, entre Mansion y Bruno, a ver quién se lanzaba a hacerlo... Y no era por ningún motivo concreto por lo que este repaso a la carrera del cantante neoyorkino seguía quedándose en el tintero, semana tras semana sin que le hincáramos el diente. Al final ha tenido que estirar la pata el bueno de Reed para que nos decidamos a sentarnos frente al teclado e intentar esto tan difícil que es tratar de resumir la carrera de un artista en solo cinco discos.

Al final decisión salomónica: hemos seleccionado los que consideramos discos más relevantes en la carrera de Lewis Allan Reed y entre Bruno, revolver y Mansion hemos escrito a seis manos las reseñas para ellos. A poco que conozcáis la carrera de Lou echaréis en falta algún disco absolutamente imprescindible; todo tiene explicación: a Transformer (1972) ya le hemos dado cobertura suficiente en el blog con anterioridad (hablamos largamente sobre él aquí y también parcialmente aquí); por su parte otro firme candidato a aparecer en la selección, New York (1989), será tratado próximamente en una entrada a cargo de Mansion.


Berlin (1973)

Eins, zwei, drei... un grupo de voces canta cumpleaños feliz... 

Así empieza la ópera rock más triste y trágica de la historia, y quién mejor que Reed para hacer de maestro de ceremonias. Lo cierto es que, aunque se trata de un álbum conceptual en que se narra la trágica historia de Caroline y Jim (drogadicta  y prostituta ella, proxeneta y maltratador él), en realidad el disco está hecho a partir de retales, canciones que Lou había ido componiendo y grabando aquí y allá: algunas del tiempo de la Velvet (como Oh Jim o Caroline Says (II)) u otras, como Berlin, que editó en su primer disco en solitario. Puestas todas en orden, sin embargo, logran crear un contundente collage absolutamente magistral, una brutal crónica negra del submundo de los marginados y perdedores.

Cuando se editó Berlin recibió más palos que Caroline, que ya es decir: sin ir más lejos en Rolling Stone llegaron a predecir el final de la carrera de Reed por este disco. Cuarenta años después está considerado uno de los mejores discos de todos los tiempos. Canciones como Caroline Says (II), Lady Day, Men of Good Fortune o Sad Song están entre los mejores de toda su carrera. Como curiosidad, señalar que en la España del "una, grande y libre" el disco salió mutilado: los llantos infantiles que se oyen en The Kids (grabados por el hijo de Bob Ezrin, productor del álbum) y la explícita letra hicieron que la censura eliminara este tema en la edición española.
by Bruno

Coney Island Baby (1976)

La vida son ciclos y estos tienden a repetirse; así que al igual que al White Light/White Heat le siguió The Velvet Underground, al glam, Berlin y Metal Machine Music le sigue Coney Island Baby. Este álbum supone un soplo de aire fresco, un plácido paréntesis en la carrera del neoyorkino. Sin perder su identidad, estas ocho canciones son una vuelta al rock sencillo y sin adornos. Se trata de un disco tremendamente compacto, donde destacan los sencillos arreglos, similares para todos los temas: Reed a la guitarra rítmica, una genial guitarra solista a cargo de Bob Kulick, y bajo y batería. Y nada más, porque no hace falta nada más. 

Lou se aparta a ratos de su lado más oscuro y ahora escribe y canta canciones de amor como Crazy Feeling o de líos de faldas como Charlie's Girl, e incluso nos muestra su lado más simpático en A Gift (donde canta, literalmente, soy un regalo para las mujeres de este mundo), aunque vuelve a meterse en terrenos tenebrosos en uno de los mejores temas, Kicks, donde su interpretación vocal se va volviendo compás a compás cada vez más desenfrenada. El álbum cierra con la inmortal Coney Island Baby, un profundo tema donde Reed mezcla recuerdos de su juventud y reflexiones sobre el amor. En resumen, se trata de un disco nada pretencioso que, sin embargo, alcanza una de las cotas más altas de su carrera.
by Bruno

Street Hassle (1978)

Muchos respiraron tranquilos ese año cuando pudieron escuchar este disco. Y es que tras la locura que supuso Metal Machine Music y el gatillazo creativo de Sally Can't Dance, pocos esperaban un nuevo arranque de genialidad del músico newyorkino. Pero a Lou no se le había olvidado hacer grandes canciones, grandes retratos urbanos y excelentes melodías. Para ello, nada mejor que volver a hacer lo que mejor hace: música de calle, cruda, y sin aspavientos experimentales. La mayoría de Street Hassle son tomas en directo, sazonadas con arreglos postreros en estudio. Pero suena, bien, muy bien. 

Sobresale la grandiosa pieza que da titulo al disco. Para mi, la mejor canción de Lou Reed. Maravillosa pieza en tres actos, con ese cello emocionante hasta el tuétano y esa inspirada intervención de  Springsteen al final de la oda. I Wanna Be Black es una de las cosas mas surrealistas que he escuchado en mi vida, y con una de las letras mas sinsentido de Reed: "I wanna be black, I wanna be like malcolm X, And cast a her, Over president kennedy, s tomb, And have a big prick, too". Me parto, que bueno. El velvetiano comienzo con Gimmie Some Good Times, la ramoniana Real Good Time Together, o esa delicatessen que es Shooting Star conforman el gran grueso genial de la obra. Aunque para el final, deja caer esa joyita trivial que responde al nombre de Wait. Una delicia. 
by Mansion on the Hill

The Blue Mask (1982)

Los ochenta, para la gran mayoría de intocables de los sesenta y los setenta, fueron un via crucis. Para Lou, algo menos, gracias a trabajos como este sensacional The Blue Mask o el inconmensurable New York (1989). The Blue Mask es para mi uno de esos discos que demuestra la deuda eterna que tiene el rock con la música de este tipo. Obviando su olvidable portada es uno de los mejores y mas completos albumes de Lou Reed.

El anterior Growing Up in Public (1980) ya sembró el nuevo suelo por donde iba a discurrir la nueva etapa de Reed, aunque a mi gusto, le faltaban las grandes canciones de siempre. The Blue Mask aporta mucho mas, y marcha un hito creativo en su carrera. Todas las canciones son brutales. Desde las ruidosas y aparatosas The Blue Mask o Waves of Fear (que bien se maneja Lou Reed con este tipo de sonidos), hasta las dos obras maestras del final, como son The Day John Kennedy Died y la maravillosa y absoluta debilidad que es Heavenly Arms. El comienzo con dos temas muy personales (de los mas personales de su carrera, ya que abordan aspectos propios de la realidad vital de su autor) como My House o Women (I love women....) es uno de mis inicios favoritos de un disco de Lou Reed. En medio, cosas tan tremendas como The Gun o Averague Guy. Siempre único en fondo y forma. 
by Mansion on the Hill

Rock 'N' Roll Animal (1974) 
 
Lou Reed Live (1975)

Tal vez lo propio en esta revisión hubiera sido escribir sobre un álbum más reciente de Lou, Ecstasy por ejemplo, o sobre la interesante trilogía New York, Songs For Drella y Magic And Loss para completar la carrera discográfica de este 'Animal' del Rock 'N' Roll. Pero como se trata de una selección de 5 discos y solo me han dejado opción a uno, he hecho una pequeña trampa y voy a recomendar a aquellos que se introduzcan en el universo loureediano un falso doble álbum en directo: Rock 'N' Roll Animal/Lou Reed Live.

Y he tirado más de corazón que de cabeza para recomendar este doblete por varias razones:
  • Porque yo conocí a Lou Reed escuchando estos dos discos grabados juntos en una cassette y fue como tocar el cielo en cada escucha.
  • Porque ambos discos están grabados en la misma sesión y cuentan con el mismo grupo de acompañamiento, formando un todo irrepetible.
  • Porque soy un fanático del sonido que consigue esta fantástica banda que en todo momento suena compacta y equilibrada, dejándote un exquisito sabor de boca.
  • Porque a pesar de la tortuosa gira europea que precedió a la grabación de este concierto, Lou está espectacularmente afinado y sobrio en su interpretación vocal.
  • Porque escuchando los dos discos de una tacada obtenemos un perfecto 'Grandes éxitos', ya que recoge las grandes canciones de la Velvet Underground y las mejores canciones de los primeros discos de Lou Reed. 
Los dos discos contienen la casi totalidad del concierto que Lou Reed y su banda ofrecieron en la Howard Stein’s Academy of Music de Nueva York el 21 de diciembre de 1973. El setlist completo de aquel concierto en el orden correcto es el siguiente: 

Intro/Sweet Jane - How Do You Think It Feels - Caroline Says I - I'm Waiting For The Man - Lady Day - Heroin - Vicious - Satellite Of Love - Walk On The Wild Side - Oh Jim - Sad Song - White Light/White Heat - Rock And Roll (encore).

Puedes escuchar este concierto en  El Tocadiscos.
by revolver

lunes, 28 de octubre de 2013

Lou Reed † 27/10/2013


El domingo nos traía la cruel noticia de la desaparición de uno de los Grandes. Grande con G mayúscula; como mayúsculo fue Él durante toda su vida; mayúscula fue la Banda con que se hizo inmortal, la inmensa Velvet Underground; y mayúsculo es el Legado que nos ha dejado. Legado musical, visual, e incluso literario. Su sombra es y será muy alargada...

Lou Reed, por más que ayer y hoy muchos (pero que muchos muchos muchos) le "lloren" y recuerden sus canciones (básicamente tres: Sweet Jane, Walk on the wild side y Perfect day) era un gran desconocido para la mayoría de la gente: el 99'9% de la población solo conoce, como mucho, las tres canciones anteriormente mencionadas. Es una auténtica putada que, como ocurre en muchos otros casos, tenga que morir alguien así para que se pueda llegar a prestar un poco de atención sobre el resto de su carrera, porque de hecho Lou Reed ha hecho muchísimo más que estas tres canciones: estamos hablando de discos grandiosos como Berlin, Coney Island Baby, Rock'n'Roll Animal, The Blue Mask, Street Hassle o New York, por citar solo algunos que no sean el mítico Transformer.

Hoy es un día para recordar lo Grande (con mayúscula, no lo olvidemos) que fue y seguirá siendo. Recuperemos su música, recordándole, y descubramos nuevas joyas suyas que la vida y el azar nos haya birlado. Hoy el día es para él y su obra. Gracias por todo, Lou.