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domingo, 4 de agosto de 2013

MIMS Gran Reserva: The Sound of Music (II): Vinilo vs CD

Partamos de la base que quiero hablar aquí únicamente del sonido de un soporte y otro. Sé que hay quien valora más los vinilos por el ritual: sacar un disco de su funda (funda espectacular, grande ande o no ande, y no una cajita de plástico pequeña), limpiarlo con cuidado paternal, colocarlo en el plato, atinar con la aguja justo entre las dos canciones… No es eso. Tampoco quiero hablar aquí del componente sentimental que este formato pueda albergar para otros: eso es desde luego incuestionable al mismo tiempo que irrebatible. Me gustaría hablar simple y llanamente de sonido.

El tema es que cualquier melómano que se precie, entre los que no me incluyo yo precisamente por el tema que hoy nos ocupa, afirmará sin titubear el dogma de fe que dice que “el vinilo suena mejor que el cedé”. Y como dogma de fe que es parece ser que no precisa justificación alguna.


Huevos fritos en 3, 2, 1...

Bueno, alguna justificación sí que hay, por ejemplo que los graves suenan mejor en los vinilos que en los cedés. No estoy yo tan seguro, ya que precisamente es a bajas frecuencias donde el vinilo ofrece muchísimo más ruido que el compacto: por el roce de la aguja desde luego, pero también por las partículas de polvo que se adhieren a los surcos. Es ese ruido de huevos friéndose que a muchos les gusta pero que dista mucho de reproducir fielmente la grabación original, y es el que hace que los vinilos tengan menor rango dinámico que los compactos (65dB frente a unos 96dB).

El vinilo supera al cedé sin embargo en las altas frecuencias, ya que los compactos “solamente” reproducen hasta 22’05kHz. Esto realmente no debería ser un problema para prácticamente nadie: salvo rarísimas excepciones, los seres humanos adultos no podemos oír por encima de los 17kHz. Es decir, el cedé realmente puede perder sonidos… inaudibles para las personas. Hay quien opina que aunque no se oigan el oído humano sí que las percibe y transmite la “sensación” al cerebro, pero de todos modos parece ser que en los vinilos esos “sonidos” por encima de los 25kHz no suelen provenir de la grabación original (salvo contadísimas excepciones, como los ultrasonidos que los Beatles añadieron al final de A day in the life y experimentos así), sino que son producto del proceso de reproducción y conversión de la señal analógica a eléctrica.

Un problema real en los compactos es el que se conoce como error de cuantificación o ruido de cuantificación. La explicación resulta un tanto engorrosa y reconozco que no termino de entender por completo, pero a grosso modo viene a decir que en el proceso de conversión de la onda de analógico a digital aparece una distorsión constante e independiente del valor de la señal. Esta distorsión es mínima, pero con señales muy bajas se percibe claramente: no hay más distorsión con las señales mayores como cabría esperar, sino que tiene siempre el mismo valor y por lo tanto se percibe únicamente con señales muy muy bajas. Por lo visto esto se debe a los 16 bits de resolución de los estándares de compactos, aceptados como válidos por la industria pero que resultan insuficientes: por lo que he leído si se elevara por encima de los 20 bits situaría a los sistemas digitales por encima de cualquier medio analógico existente a nivel doméstico e igualaría, posiblemente, a los profesionales.

¿Lo sabías? Incluir una gráfica proporciona un 20% más de credibilidad

Hay alguna teoría con base científica más sobre deficiencias de los compactos, como la del denominado jitter: es un error de los tiempos de lectura del cedé, que no lee toda la información de manera continua sino con pequeños saltos. Esto tendría cierta validez de no ser porque para el audio digital el valor del citado jitter es de 22,67 µs (millonésimas de segundo). Os reto, os reto dos veces: si hay alguien que sea capaz de percibir un error de 0’000022 segundos en una señal de sonido lo invito a una mariscada (salvo a Homer Simpson). En cualquier caso, para admitir este “fallo” habría que compararlo con la precisión que pueda tener el mecanismo de giro del plato, muchísimo menos fiable sin duda. Por cierto, un hándicap del vinilo que casi nunca se comenta: los últimos temas de cada cara tienen "menos resolución" que los del principio, puesto que la lectura de los últimos se hace en menos longitud de surco ya que el radio de giro es menor y la velocidad de giro constante; esto en los cedés no pasa: se leen de dentro hacia fuera y la velocidad de lectura es siempre constante.

Hay otro aspecto muchas veces esgrimido pero ajeno al soporte, y es el de la calidez del sonido. Supuestamente el vinilo tiene un sonido más cálido y agradable que el cedé, cuyo sonido es más frío y metálico. Hay quien dice que el sonido frío del compacto es porque realmente no estás oyendo la grabación original, sino una representación de ella construida a base de ceros y unos (eso es lo que en mi pueblos se llama no tener ni idea y soltar lo primero que se te pasa por la cabeza). Tan solo aclarar que no es tanto el soporte el que proporciona esa cualidad sino el equipo de amplificación y los armónicos pares e impares (los que toquen la guitarra eléctrica saben de qué va el tema): hace años los amplificadores eran de válvulas, que proporcionan unos armónicos que al oído humano efectivamente suenan más agradables; con el paso del tiempo los amplificadores pasaron a ser de transistores y los armónicos que generan suenan más fríos.

Y bueno, luego están las teorías de difícil justificación. Son esas que, escudándose teóricamente en el aspecto sonoro, albergan unas perlas tales como la llamada “Teoría Neil Young”, porque fue precisamente él (loado sea, por otra parte) quien la enunció y dice algo más o menos así: el compacto nos permite percibir absolutamente todos los detalles de una canción y por eso nos da la impresión de que suena mejor, pero poco a poco, con sucesivas escuchas, tal “exceso de información” satura y cansa al cerebro y hace que no queramos volver a escuchar esa canción nunca más. En fin…

Dos por uno: suenan mejor y ahuyentan a las palomas

Y siguiendo el hilo de Neil Young, me pregunto: ¿a alguien le parece que la alta definición haya sido perjudicial para el cine? ¿Alguien diría que por tener más claridad y detalle, las películas actualmente se vean peor? Recuerdo que el director Christopher Nolan comentaba a propósito de rodar en IMAX (formato aún mayor que los 35mm de cine y con mucho más detalle) que lo que más le costaba era camuflar y esconder los trucos y/o efectos especiales, porque con tanta definición se ve “todo”. Pues bien, llevándolo al terreno de la música incluso eso no lo veo como algo negativo, porque no sólo me parece que a mayor fidelidad obviamente se oye mejor, es que incluso poder escuchar los “fallos” me parece que tiene su encanto: me gusta cuando uno puede oír deslizarse los dedos por las cuerdas de la guitarra, o cuando la batería se “cuela” por un canal que no es el suyo.

¡Ah! Y por aquí nos llega algo más en lo que el compacto mejora al vinilo: el estéreo es mucho más nítido y perfecto en el formato digital, puesto que separa los canales con total precisión. En el vinilo se consigue con la vibración de la aguja en dos direcciones, y al ser un proceso mecánico no es totalmente perfecto ya que es imposible que una vibración en una dirección no produzca una leve vibración en la otra y viceversa. Además, siguiendo con la aguja: cada roce en los surcos del disco produce un leve pero apreciable desgaste en la superficie, perdiéndose principalmente las altas frecuencias de las que hablamos un poco más arriba. Por tanto puede decirse que el disco compacto es un formato mucho más durable e inalterable que el vinilo, ya que el proceso de lectura no es destructivo.

En resumen: el disco compacto es un formato que proporciona mayor fidelidad, durabilidad y mejor relación señal/ruido. Cualquier ventaja que quiera atribuirse al vinilo sobre el compacto responde principalmente a motivos sentimentales y no relacionados con la calidad del sonido, a excepción de que se invierta una gran cantidad de dinero en el equipo (principalmente en el equipo de amplificación, como ya comentamos anteriormente). En un mismo equipo de música sonará mejor el compacto que el vinilo. Por tanto, para el 98% de las personas y canciones, el cedé es un formato objetivamente mucho mejor.

Aún así, habrá quien diga: pues mis vinilos me siguen sonando mejor que los cedés, y la verdad es que no le falta razón. Pero si hemos visto que prácticamente cualquier argumentación basada en el formato es totalmente insostenible, ¿a qué se debe?

En la próxima entrada trataremos sobre Mezclas, masterizaciones y remasterizaciones. Si queréis claro.

lunes, 4 de marzo de 2013

The Sound of Music (V): Epílogo

Bueno, hemos estado divagando en tres largas entradas sobre los aspectos que servidor quería destacar sobre el problema central: ¿por qué mucha música actual suena tan mal? Es algo sobre lo que habría que reflexionar seriamente. Y tendríamos que hacerlo todos: los que la producen desde luego, porque al fin y al cabo son los que hacen que más que música sea en muchos casos ruido con ritmo; pero también los que consumimos música, porque callando y mirando a otro lado no hacemos sino consentirlo y evitar afrontar el problema.

Con este equipo, los discos de Melendi suenan mejor que Pink Floyd

El amigo y maestro revolver no pierde ocasión de, con mucha sorna, refregarme las bondades y beldades del vinilo cada vez que puede. No le falta razón (por algo es nuestro maestro y gurú musical), pero ya vimos en la primera entrada que más allá del soporte hay otras maniobras en la sombra que son la auténtica causa de todos estos males: las masterizaciones y la guerra del volumen. Mientras pensemos que el problema está en que el cedé suena mal per sé, aviados estamos.

Si hacemos una comparativa con el cine vemos claramente como esa industria ha aprovechado los adelantos tecnológicos para beneficio de los consumidores: hace treinta años veíamos cine en nuestra televisión de tubo catódico (625 líneas, es lo que había) con copias en VHS, cuya fidelidad era en la mayoría de casos más que deficiente; hoy podemos disfrutar de copias en alta definición, cuando no 3D, en televisores LED de chorrocientas pulgadas y con sonido 5.1 y nosecuantas chorradas más. Sin embargo ya comentamos en la anterior entrada como en el terreno musical hemos hecho el camino inverso: de escuchar vinilos de gramaje especial o compactos (de los buenos) en equipos de alta fidelidad, ahora lo que hacemos es escuchar mp3 mierdosos en nuestro portátil o, en el mejor de los casos, en un ipod o similar.

¿Por qué los avances tecnológicos han ido en perjuicio de la música? Por intereses económicos. Pero, ¿por qué los toleramos? ¿Por qué damos la batalla por perdida y nos refugiamos en los vinilos? No nos engañemos, es otra maniobra espuria de la industria: de los soportes digitales se pueden hacer copias baratas y perfectas; de los soportes analógicos no. A ellos les interesa fomentar ahora, de nuevo, la venta de vinilos, y hacen todo lo necesario para ello. Seguirles nuevamente el juego (ya lo hicimos cuando salieron los cedés recomprando discos que ya teníamos, y en ocasiones volvimos a hacerlo una segunda vez con las remasterizaciones) es reafirmar su estrategia. 


En fin, ¿hemos llegado a alguna parte con semejante parrafada? Seguramente a nada, porque ni los compactos empezarán a sonar bien asi como asi, ni los snobs sabiondos dejarán de lanzar loas a los vinilos aunque lo que tengan en casa sea un plato de 70 euros de la fnac, o ni siquiera eso...

Muchas gracias por la atención prestada, dejen sus comentarios antes de irse.

jueves, 24 de enero de 2013

The Sound of Music (IV): La guerra del volumen



Y para no perder la bonita tradición de separar varios meses las entradas de esta sección, esta vez han sido ocho los que han transcurrido desde Mezclas, masterizaciones y remasterizaciones. Allí contábamos cómo, con una nueva masterización adecuada al soporte, las nuevas ediciones de discos compactos proporcionaban un sonido asombrosamente bueno. Pero junto con este avance sobrevino un retroceso que sufrimos hoy día: la conocida como Guerra del volumen.

Cuando parecía que el CD podía ser un formato asombrosamente válido y aprovechable resulta que las discográficas dan otra vuelta de tuerca más y se dedican a manosear las mezclas, y no con motivos artísticos precisamente. La excusa era que supuestamente en la radio al emitir a mayor volumen se llamaba más la atención de la audiencia, y por tanto se pretendía radiarlas al mayor volumen posible. Con esa premisa empezaron a subir los decibelios en las mesas de mezcla, a ver quién conseguía llegar más alto. Hasta ahí la cosa molestaba un poco pero se podía soportar; pero sucedió que, como todo en este mundo, el soporte tenía un límite (en cuanto a volumen) que físicamente no se podía sobrepasar. Y es en este punto donde empezaron los problemas.

La cuestión ahora era, ¿cómo meter más volumen a los compactos cuando ya no se puede subir más? La solución, tan ingeniosa como desagradable, fue añadir mucha compresión hasta el punto de casi distorsionar. ¿Esto qué significa? Pues volvemos de nuevo a hablar del rango dinámico (recordamos que viene a ser la diferencia entre los sonidos más potentes y los más suaves de la grabación): como no era posible incrementar las partes más fuertes se opta por subir las partes más suaves, creando así la falsa impresión de que la canción en conjunto suena más alto. Esto no es así ni mucho menos, ya que el nivel máximo ya viene fijado por el límite del soporte; lo que ocurre en este caso es que se pierden matices y contrastes entre los picos y los valles de la onda. ¿Da la sensación de que suena más fuerte? Sí. ¿Consigue su objetivo? Bueno, eso es discutible.


Breve ejemplo de esta "Guerra del Volumen" (en inglés, pero muy sencillo de entender)

En una grabación digital hay un máximo absoluto de volumen, el cero digital (0dB), que es la mayor amplitud de onda sonora posible. Pues bien, hace unos años la empresa Pro Audio RX hizo un estudio en que se analizó la evolución del nivel medio de los discos compactos desde 1985 hasta la actualidad: en 1985 era de -18dB, en 1990 era -12dB, en 1995 estaba en -6dB, y en el 2000 ya rondaban los -3dB. Esta evolución llegó a su final lógico, que fue alcanzar el máximo absoluto posible en los compactos: en 2008 Metallica publicó el álbum Death Magnetic, llegando al más completo de los absurdos con una masterización insoportable, totalmente comprimida. Ya no era cuestión de que los más tiquismiquis protestáramos (no es mi caso ya que no he soportado nunca a Hetfield y compañía), es que los propios fans criticaron y masacraron el disco por su nefasto sonido, pidiendo de manera conjunta a la discográfica que editara una nueva versión del álbum remasterizada; máxime cuando sucedió lo impensable: estas canciones sonaban mejor en el Guitar Hero que en el propio disco. Surprise surprise: resulta que para realizar el videojuego les mandaron los temas antes de que le metieran mano en la masterización y se cargaran el sonido.

The End Of The Line (Metallica): vemos la onda totalmente comprimida

Otra de las posibles causas (o coartadas, más bien) está en que la tecnología avanza a pasos agigantados y cada vez consumimos música de la peor manera posible: hemos pasado del equipo de alta fidelidad al mp3. Seguramente el grueso de música que se escucha en la actualidad se hace a través de ipods, radios de coches, móviles, etc... ¿Para qué buscar el mejor sonido posible, cuando lo más probable es que vaya a ser escuchado con unos auriculares de mierda andando por la calle? Lo que realmente interesa es que suene realmente fuerte. Y así ocurre que las discográficas consideran su producto cada vez más como fast food en lugar de una delicatessen, y lo dirigen a consumidores con prisa y poco exigentes. No nos engañemos: no piensan en el melómano con buen gusto y criterio musical que pretende degustar sus discos en un equipo de alta fidelidad, no; ellos piensan en el incauto que escuche el último hit del momento en su ipod mientras va en bici.

La terrible consecuencia de todo esto es que sufrimos unos discos con un sonido realmente desastroso. Porque al principio, al meter más señal en todas las secciones de una canción los primeros segundos nos suenan muy bien: todo suena mucho más alto y se perciben más detalles. Pero a los pocos segundos empezamos a notar que algo no va: todo tiene el mismo nivel, no hay contraste entre unas partes y otras. Ese menor rango dinámico hace que pronto nos cansemos del sonido, nuestro oído se fatiga al no tener esos momentos de respiro que proporcionan los pasajes más suaves. 

El quid de la cuestión es que de manera inconsciente muchos tienen asociado este sonido comprimido con el sonar "moderno". Cuando Paul Weller editó Wild Wood en 1993 declaró: “Me da lo mismo que digan que este disco suena retro, ¿qué significa retro? Muchos discos antiguos suenan mucho mejor (que otros actuales), y no hablo de canciones, sino de sonido. Me alegro si Wild Wood suena a los 60 y 70 porque creo que los discos de esta época sonaban mejor y más naturales”. Como leí en una opinión a propósito de este tema, los discos actuales más que música lo que contienen es ruido con ritmo.

 (Sí, por favor)

Como triste anécdota con que adornar el tema, se cuenta que hace unos años para otorgar los premios Grammy (fíjense bien: si hay un premio desprestigiado en el mundo son precisamente los Grammy, pero aún así guardan un mínimo de amor propio como ahora podremos ver), el jurado que tenía que otorgar el premio al álbum con mejor sonido escuchó más de 200 trabajos y no encontraron ni uno solo que mereciera tal galardón. Ante este dilema (supongo que la opción de dejar la categoría desierta no entra en el guión de los premios más comerciales del universo) optaron por premiar al menos malo, dudoso honor que recayó en el que estaba menos sobreproducido. 

Algo así debería hacer replantearse la situación a más de uno, pero parece que seguimos cayendo en el mismo error.

martes, 22 de mayo de 2012

The Sound of Music (III): Mezclas, masterizaciones y remasterizaciones

Bueno, ha pasado el tiempo y al final entre una entrada y otra ha quedado una pequeña pausa de... casi cinco meses. Ya ni nos acordaremos de la anterior entrada, en la que comparábamos el sonido del vinilo con el sonido del cedé: en ella veíamos que, dejando a un lado factores nostálgicos y/o sentimentales y ciñéndonos a datos científicos y objetivos, en la inmensa mayoría de casos el compacto ofrece mejores prestaciones que el vinilo; tan solo en equipos de alta fidelidad y muy alta gama el vinilo presenta mejores resultados. Dicho de otra manera: pretender asegurar que los vinilos suenan mejor que los cedeses está al alcance de muy muy pocos.

No obstante al final del artículo reconocíamos que, contradiciendo el grueso de lo expuesto, en ocasiones el sonido de muchos compactos era muy inferior al de los vinilos. Si ello no era debido a un problema del soporte, ¿qué otra explicación puede tener?


Esto se hace muy evidente en los primeros cedés, los que aparecieron en los 80: los recordaréis por aquellas inscripciones, enigmáticas para mi por aquel entonces, que rezaban AAD, ADD, DDD... Yo recuerdo incluso tener algún disco de música clásica marcado como DDDD, pero no recuerdo qué significaba la cuarta D (el significado de estas siglas era, por este orden: grabación, mezcla y masterización; A es analógica y D digital). Los primeros compactos, los que tengáis ya cierta edad lo recordaréis, eran AAD: habían sido grabados y mezclados analógicamente, y el proceso de masterización era digital. Pero, ¿realmente fueron masterizados? Es decir, ¿realmente se remasterizaron los discos para adaptar el sonido y aprovechar las posibilidades que brindaba el nuevo soporte?

Evidentemente no, en la mayoría de los casos se limitaron a volcar la información y, como mucho, "raspar" un poco la grabación para quitar el ruido. El resultado es que los discos compactos sonaban (y en algunos casos aún suenan) muy planos y sin profundidad ninguna, carentes de agudos y, sobre todo, de graves. Si cogemos las primeras ediciones en cedé de los Beatles lo notaremos nada más pulsar el botón de play: el bajo es casi inaudible, sobre todo en los discos más antiguos, y el sonido en general no mejora demasiado el del transistor de nuestro abuelo. Pero a las discográficas eso no les importaba, ya que sin apenas gasto volvían a vender el mismo producto en un nuevo envase. ¿Para qué molestarse en mejorar las prestaciones? Si aquello se vendía solo...

Con el paso de unos pocos años descubrimos que los cedés podían sonar mejor (servidor no puede poner fecha, pero el amigo Joserra Rodrigo estima que en torno a 1995): efectivamente se aprecia que se empiezan a aprovechar las posibilidades del soporte. Paradójicamente ocurría que discos recién editados tenían un sonido equilibrado, profundo y brillante, y en el estante de al lado los catálogos de bandas míticas eran sencillamente maltratados en ediciones lamentables; por tanto el soporte admitía y proporcionaba mejor calidad de sonido que la conocíamos hasta ahora. Si los discos "nuevos" (grabados, mezclados y masterizados digitalmente) sonaban así de bien, era de cajón que se se podía hacer lo mismo con los "antiguos", tan solo era cuestión de ponerse a ello.



Volviendo al ejemplo de los Beatles esto se hizo evidente con el trabajo del Dr. Ebbets: sus discos piratas tenían un sonido mucho más limpio y rico que las ediciones oficiales de los mismos. Más aún: cuando en 2003 se publicó Let it be… naked por fin empezamos a vislumbrar la luz al final del túnel. Vale que el álbum no era lo que nos querían vender (estaba tanto o más sobreproducido que el de Phil Spector, aunque eso es otro tema), pero más allá de su idoneidad había algo por lo que alegrarse: por fin los Beatles sonaban como era debido en cedé. El “experimento” había salido bien, y por vez primera catábamos parte del catálogo beatle debidamente remasterizado, sacando todo el jugo a las prestaciones que ofrece el compacto. Las ediciones remasterizadas (mono y stereo) de la discografía de los Beatles fueron la constatación de una evidencia: el cedé puede sonar maravillosamente bien.

Llegados a este punto surge una cuestión peliaguda: si comparamos las ediciones (remasterizadas) en compacto con las ediciones originales en vinilo, ¿cuál suena mejor de las dos? Al menos podemos decir que, sonar, suenan diferentes, y habrá quien diga que por tanto el compacto suena peor porque "no suena como el vinilo". Pero, ¿realmente el vinilo suena como tendría que sonar? Me refiero a que solo unas pocas personas en el mundo saben cómo debería sonar un disco: los artistas que lo graban, el productor y los ingenieros. Ellos mezclan y hacen el master con el sonido que buscan; de ahí a lo que suena en nuestras casas dista un mundo: el de la masterización.

En el altamente recomendable libro El sonido de los Beatles, Geoff Emerick cuenta algo así como que en la sala de masterización en ocasiones tenían que frenarse, porque las mezclas que buscaban hacían, literalmente, saltar la aguja. Es decir, el vinilo presentaba limitaciones técnicas para el sonido que los Beatles buscaban; se dice que incluso pidieron a Parlophone para que sus álbumes se editaran en vinilos más gruesos para conseguir más graves. Por tanto, ¿quién nos dice que aquél sonido antiguo (el de las ediciones en vinilo) es el deseado? Pudiera ser, no digo que sea el caso pero cabe dentro de lo posible, que las ediciones en compacto (sin apenas ruido de fondo, con mayor rango dinámico, con más graves...) se acerquen mucho más al sonido del máster original que la edición en vinilo. Quién sabe si es así o no, tan solo escuchando el máster original a través de los altavoces del estudio donde fue mezclado podremos salir de dudas.



Dejando esto a un lado (lo cual es delicado ya que se trata de la auténtica madre del cordero) y volviendo al hilo anterior, asistimos asombrados a un hecho que resulta desconcertante: si en los primeros años 90 los compactos recién grabados ofrecían mejor sonido que las reediciones de grabaciones antiguas, con el paso de los años la situación se invirtió. Ya no es solo que los discos antiguos se publicaran en ediciones remasterizadas con un sonido asombroso, si no que además los compactos nuevos cada vez sonaban peor por culpa de la llamada Guerra del Volumen.

En la próxima entrada hablaremos sobre este fenómeno que venimos sufriendo, y no en silencio precisamente sino todo lo contrario.

domingo, 15 de enero de 2012

The Sound of Music (II): Vinilo vs CD

Partamos de la base que quiero hablar aquí únicamente del sonido de un soporte y otro. Sé que hay quien valora más los vinilos por el ritual: sacar un disco de su funda (funda espectacular, grande ande o no ande, y no una cajita de plástico pequeña), limpiarlo con cuidado paternal, colocarlo en el plato, atinar con la aguja justo entre las dos canciones… No es eso. Tampoco quiero hablar aquí del componente sentimental que este formato pueda albergar para otros: eso es desde luego incuestionable al mismo tiempo que irrebatible. Me gustaría hablar simple y llanamente de sonido.

El tema es que cualquier melómano que se precie, entre los que no me incluyo yo precisamente por el tema que hoy nos ocupa, afirmará sin titubear el dogma de fe que dice que “el vinilo suena mejor que el cedé”. Y como dogma de fe que es parece ser que no precisa justificación alguna.

Huevos fritos en 3, 2, 1...

Bueno, alguna justificación sí que hay, por ejemplo que los graves suenan mejor en los vinilos que en los cedés. No estoy yo tan seguro, ya que precisamente es a bajas frecuencias donde el vinilo ofrece muchísimo más ruido que el compacto: por el roce de la aguja desde luego, pero también por las partículas de polvo que se adhieren a los surcos. Es ese ruido de huevos friéndose que a muchos les gusta pero que dista mucho de reproducir fielmente la grabación original, y es el que hace que los vinilos tengan menor rango dinámico que los compactos (65dB frente a unos 96dB).

El vinilo supera al cedé sin embargo en las altas frecuencias, ya que los compactos “solamente” reproducen hasta 22’05kHz. Esto realmente no debería ser un problema para prácticamente nadie: salvo rarísimas excepciones, los seres humanos adultos no podemos oír por encima de los 17kHz. Es decir, el cedé realmente puede perder sonidos… inaudibles para las personas. Hay quien opina que aunque no se oigan el oído humano sí que las percibe y transmite la “sensación” al cerebro, pero de todos modos parece ser que en los vinilos esos “sonidos” por encima de los 25kHz no suelen provenir de la grabación original (salvo contadísimas excepciones, como los ultrasonidos que los Beatles añadieron al final de A day in the life y experimentos así), sino que son producto del proceso de reproducción y conversión de la señal analógica a eléctrica.

Un problema real en los compactos es el que se conoce como error de cuantificación o ruido de cuantificación. La explicación resulta un tanto engorrosa y reconozco que no termino de entender por completo, pero a grosso modo viene a decir que en el proceso de conversión de la onda de analógico a digital aparece una distorsión constante e independiente del valor de la señal. Esta distorsión es mínima, pero con señales muy bajas se percibe claramente: no hay más distorsión con las señales mayores como cabría esperar, sino que tiene siempre el mismo valor y por lo tanto se percibe únicamente con señales muy muy bajas. Por lo visto esto se debe a los 16 bits de resolución de los estándares de compactos, aceptados como válidos por la industria pero que resultan insuficientes: por lo que he leído si se elevara por encima de los 20 bits situaría a los sistemas digitales por encima de cualquier medio analógico existente a nivel doméstico e igualaría, posiblemente, a los profesionales.

¿Lo sabías? Incluir una gráfica proporciona un 20% más de credibilidad

Hay alguna teoría con base científica más sobre deficiencias de los compactos, como la del denominado jitter: es un error de los tiempos de lectura del cedé, que no lee toda la información de manera continua sino con pequeños saltos. Esto tendría cierta validez de no ser porque para el audio digital el valor del citado jitter es de 22,67 µs (millonésimas de segundo). Os reto, os reto dos veces: si hay alguien que sea capaz de percibir un error de 0’000022 segundos en una señal de sonido lo invito a una mariscada (salvo a Homer Simpson). En cualquier caso, para admitir este “fallo” habría que compararlo con la precisión que pueda tener el mecanismo de giro del plato, muchísimo menos fiable sin duda. Por cierto, un hándicap del vinilo que casi nunca se comenta: los últimos temas de cada cara tienen "menos resolución" que los del principio, puesto que la lectura de los últimos se hace en menos longitud de surco ya que el radio de giro es menor y la velocidad de giro constante; esto en los cedés no pasa: se leen de dentro hacia fuera y la velocidad de lectura es siempre constante.

Hay otro aspecto muchas veces esgrimido pero ajeno al soporte, y es el de la calidez del sonido. Supuestamente el vinilo tiene un sonido más cálido y agradable que el cedé, cuyo sonido es más frío y metálico. Hay quien dice que el sonido frío del compacto es porque realmente no estás oyendo la grabación original, sino una representación de ella construida a base de ceros y unos (eso es lo que en mi pueblos se llama no tener ni idea y soltar lo primero que se te pasa por la cabeza). Tan solo aclarar que no es tanto el soporte el que proporciona esa cualidad sino el equipo de amplificación y los armónicos pares e impares (los que toquen la guitarra eléctrica saben de qué va el tema): hace años los amplificadores eran de válvulas, que proporcionan unos armónicos que al oído humano efectivamente suenan más agradables; con el paso del tiempo los amplificadores pasaron a ser de transistores y los armónicos que generan suenan más fríos.

Y bueno, luego están las teorías de difícil justificación. Son esas que, escudándose teóricamente en el aspecto sonoro, albergan unas perlas tales como la llamada “Teoría Neil Young”, porque fue precisamente él (loado sea, por otra parte) quien la enunció y dice algo más o menos así: el compacto nos permite percibir absolutamente todos los detalles de una canción y por eso nos da la impresión de que suena mejor, pero poco a poco, con sucesivas escuchas, tal “exceso de información” satura y cansa al cerebro y hace que no queramos volver a escuchar esa canción nunca más. En fin…

Dos por uno: suenan mejor y ahuyentan a las palomas

Y siguiendo el hilo de Neil Young, me pregunto: ¿a alguien le parece que la alta definición haya sido perjudicial para el cine? ¿Alguien diría que por tener más claridad y detalle, las películas actualmente se vean peor? Recuerdo que el director Christopher Nolan comentaba a propósito de rodar en IMAX (formato aún mayor que los 35mm de cine y con mucho más detalle) que lo que más le costaba era camuflar y esconder los trucos y/o efectos especiales, porque con tanta definición se ve “todo”. Pues bien, llevándolo al terreno de la música incluso eso no lo veo como algo negativo, porque no sólo me parece que a mayor fidelidad obviamente se oye mejor, es que incluso poder escuchar los “fallos” me parece que tiene su encanto: me gusta cuando uno puede oír deslizarse los dedos por las cuerdas de la guitarra, o cuando la batería se “cuela” por un canal que no es el suyo.

¡Ah! Y por aquí nos llega algo más en lo que el compacto mejora al vinilo: el estéreo es mucho más nítido y perfecto en el formato digital, puesto que separa los canales con total precisión. En el vinilo se consigue con la vibración de la aguja en dos direcciones, y al ser un proceso mecánico no es totalmente perfecto ya que es imposible que una vibración en una dirección no produzca una leve vibración en la otra y viceversa. Además, siguiendo con la aguja: cada roce en los surcos del disco produce un leve pero apreciable desgaste en la superficie, perdiéndose principalmente las altas frecuencias de las que hablamos un poco más arriba. Por tanto puede decirse que el disco compacto es un formato mucho más durable e inalterable que el vinilo, ya que el proceso de lectura no es destructivo.

En resumen: el disco compacto es un formato que proporciona mayor fidelidad, durabilidad y mejor relación señal/ruido. Cualquier ventaja que quiera atribuirse al vinilo sobre el compacto responde principalmente a motivos sentimentales y no relacionados con la calidad del sonido, a excepción de que se invierta una gran cantidad de dinero en el equipo (principalmente en el equipo de amplificación, como ya comentamos anteriormente). En un mismo equipo de música sonará mejor el compacto que el vinilo. Por tanto, para el 98% de las personas y canciones, el cedé es un formato objetivamente mucho mejor.

Aún así, habrá quien diga: pues mis vinilos me siguen sonando mejor que los cedés, y la verdad es que no le falta razón. Pero si hemos visto que prácticamente cualquier argumentación basada en el formato es totalmente insostenible, ¿a qué se debe?

En la próxima entrada trataremos sobre Mezclas, masterizaciones y remasterizaciones. Si queréis claro.

lunes, 9 de enero de 2012

The Sound of Music (I)

No, no es lo que parece, no vamos a hablar aquí de Fräulein Maria ni de las habilidades músico-vocales de la familia Von Trapp, ni de Joy Division. He usado ese título porque es precisamente de lo que quiero hablar en estas entradas: de cómo suena la música que escuchamos.



La idea surgió viendo el documental Lemmy, la película, sobre la figura del mítico líder de Motörhead. En cierta escena acude a la mítica Amoeba Music para comprar la edición remasterizada en cedé de la discografía de los Beatles (edición mono, para más señas); tras pagar tiene una breve conversación con la dueña de la tienda quien le dice que le va a encantar, que suena genial. "Así es como tienen que sonar" responde Lemmy, "el sonido original". Y bueno, reflexionando sobre eso empecé a tirar del hilo, una cosa llevó a la otra, el artículo iba creciendo, y me encuentro ahora con que lo he acabado dividiendo en tres entradas que versan sobre sendos temas. A saber:

- Vinilo vs CD
- Mezclas, masterizaciones y remasterizaciones
- La guerra del volumen

Huelga decir que no se van a tratar aquí cuestiones físicas o excesivamente técnicas sobre acústica: porque no es el lugar (seguramente habrá veces que aquí hayamos aburrido con nuestro material, pero no hasta el punto de querer soltar ecuaciones ni gráficas de onda), pero sobre todo porque servidor no da para tanto. Es más, muy probablemente en algún caso cuele algún dato erróneo o falso, porque repito que no domino suficientemente el tema. Por ello agradecería no solo que quien quiera dé su opinión al respecto (as usual), sino que además quien disponga de conocimientos o información sobre los temas que se van a tratar aporten luz cuando les sea posible.

Espero que el tema sea de vuestro interés. Nos vemos en la próxima entrada.