A principios de octubre saldrá a la venta Ashes & Fire, el nuevo trabajo de Ryan Adams. Una sorprendente noticia, ya que este hombre no publicaba nuevo material desde 2008 con Cardinology.
Recordamos que el norteamericano había abandonado la música en 2009, alegando que estaba perdiendo audición debido a la enfermedad de Meniere y cansado además de la industria discográfica. Pronto veremos que ocurre con ese nuevo trabajo cuyo single de adelanto ya empieza a sonar en internet con el título de Lucky Now. A mi me ha sonado similar a los fantásticos temas de Love Is Hell o 29, pero no con la misma magia. Aquí lo dejamos para que cada cual saque sus propias conclusiones.
Que lejos quedan aquellos años de hiperactividad en los que Ryan publicaba álbum tras álbum sin ningún tipo de mesura, desmarcandose por completo de una escena musical en la que la norma sigue siendo dejar un tiempo mínimo de tres años entre cada lanzamiento (¡Hola Coldplay!). Creo haberlo dicho ya varias veces, pero vuelvo a repetir que en 2005 Ryan Adams publicó nada menos que dos discos con The Cardinals (Cold Roses, Jacksonville City Lights) y uno en solitario de caracter mucho más personal (29).
Al año siguiente de esa proeza, el músico dejó un silencio discográfico que resultaba comprensible después del aluvión de material con el que nos había obsequiado. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha demostrado que esa aparente inactividad de 2006 ocultaba el mismo ritmo frenético de incontinencia creativa. A ese año pertenece la concepción completa de Easy Tiger, álbum publicado en 2007 cuyas canciones fueron interpretadas en los conciertos de 2006. Y no sólo eso: sus dos últimos trabajos publicados después de Cardinology fueron rescatados también de material ya grabado que databa de 2006. Hablamos en concreto de Orion, un álbum infumable de heavy metal casposo que parece más bien una broma, y III/IV, un doble disco algo irregular con el que nos explayaremos un poco.
III/IV, su último trabajo publicado hasta ahora, contiene veintiún temas que dan suficiente margen para pasar de lo genial a lo desechable en cuestión de minutos. Quizá un disco con una duración más breve habría servido para reivindicar a un músico que parece haberse apagado después de brillar tanto a mediados de la década pasada. Los mejores momentos del álbum podrían resumirse en siete u ocho temas. La canción que abre el álbum, Breakdown Into The Resolve, parece recordarnos la potencia tan bien dirigida de discos como Rock'N'Roll o Demolition. Ultraviolet Light guarda unas brillantes melodías, mientras Happy Birthday se mantiene gracias a un encantador riff que se repite hasta el final. The Crystal Skull y Typecast son dos canciones lentas sobresalientes, mientras Numbers es un acelerado corte bastante bien construido con fragmentos brillantes.
Hablamos de un álbum irregular que, condensado en algunas canciones, podría haber resultado un EP bastante digno. De hecho, la publicación de un EP no habría resultado extraño hace algunos años, cuando Ryan dosificaba el material de albumes como Love Is Hell y Cold Roses en EPs que aparecían en el mercado por entregas. En Music Is My Savior nos hemos tomado la libertad de abreviar este doble álbum en un EP de siete cortes bastante resultón, eliminando aquí y allá para dejar tan sólo 22 minutos de buena música.
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