miércoles, 27 de noviembre de 2013

Firmas Invitadas: Chals - El Ocaso de los Caballeros y las Doncellas (2 de 2)

El amigo Chals visita nuestro blog para escribir dos entradas en homenaje a Lou Reed. No dejéis de entrar en su blog, www.chalsontheroute.blogspot.com 
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Viene de la entrada publicada el pasado día 23 de noviembre.

EL OCASO DE LOS CABALLEROS Y LAS DONCELLAS (2)
Por Lou Reed

Después, por supuesto, hay otros problemas, las detenciones por asuntos de drogas, la constante empanada mental. ¿Y si van de gira sin mí? La parte económica. ¿Me moriría de hambre? (Murió absolutamente endeudado). Si tocan sin mí, caeré en desgracia y no tendré nada, mientras que si abandono y doy la campanada por mi cuenta, estoy lanzado antes de que caigan en la cuenta (¡qué triste! ¡qué inevitable!) y habré creado mi propio mito, estilo, voz, los ojos estarán puestos sobre mí, tengo un futuro, es tanto lo que sé, música, música, música, y la gente se dará cuenta así de que puedo hacerlo, debo hacerlo, lo haré, tengo que hacerlo.

Y por supuesto la desorientación, voy por para atrás, adelante, el ataque de asma (me voy a ahogar), la caída (¡¿dónde está las piscina?!) y todo vuelve a la calma como silenciosas burbujas haciendo un supremo esfuerzo, formando después finísimos regueros hasta la última que se desvanece de la existencia terrenal.

¿Se dan cuenta las personas de que a la edad de algunos de nuestros artistas, la mayoría de ellos se han establecido en un estilo de vida del que recibirán compensación el resto de sus vidas? Se trata de la seguridad de empleo y familiar. La mayoría han encontrado a su compañera o compañera del alma y se ocupan de un hijo, si no de dos, y la vida parece ordenada y con un propósito.

No hay extraños devaneos para ellos. Esto es así en mayor o menor medida para el común de los mortales. Sin embargo no hay hijo más delincuente ni familia más caótica que la que se siente a la mesa del rock. ¿Quién más retira sus emociones tan arbitrariamente? Y sin embargo, si consideramos al público sencillamente una única persona en su conjunto, no se le debería creer ni más ni menos fiable que cualquiera otra. Alerta, pues, intérprete. Si vienes buscando amor, trae contigo buenas agallas y un corazón curtido. O como decía mi psicoanalista, no dependas de nadie, ni de tu amante, ni de tu amigo, ni de tu médico. 


Hendrix, el más versátil de los guitarristas, su más auténtica extensión electrónica, dependía de su público para llevarle a cualquier parte menos donde se encontraba. Y como insistía en emprender el viaje de aquellos en vez de llevarles al suyo, acabó obligado a enfrentarse a una clamorosa visión de sí mismo como payaso. Uno no puede llegar a lo más alto y cambiar de máscara. El amante exige constancia, y a no ser que uno haya establecido la variación como norma a priori, se verá calificado de adúltero. Se puede aceptar lo ilógico como lógico si se presenta siempre, pero no cuando brota como una madura granada en un huerto de melocotones.

Hendrix estuvo a merced de tantas personas que uno se pregunta cómo se mantuvo tanto tiempo como lo hizo. Era la otra cara de la moneda de Joplin. Si ella estaba vendiendo lo negro, el estaba vendiendo lo blanco. Cuando su agencia de management lo trajo aquí desde Inglaterra con dos colaboradores blancos, el modelo estaba sellado. Jimi Hendrix jamás habría estado aceptado en Norteamérica blanca como fenómeno de primera fila de haber llevado una banda compuesta exclusivamente de negros. 

Al llegar Jimi Hendrix lo más sorprendente, a parte de su verdaderamente increíble virtuosismo a la guitarra, fue su salvaje, aunque divertida, violación de su instrumento. Éste chillaba y gimoteaba pasando a un crescendo de saltos y alaridos que sólo la casualidad podía programar. (Ya ves, somos extensiones de Mr.Cage; todo es tan moderno y primitivo al mismo tiempo, tan simultáneo). Cualquiera que haga eso noche tras noche ha de volverse loco. Fue el frenesí de uno mismo, ya que el frustración tan sólo puede ser representada durante cierto tiempo con medios violentos, nunca con la mímica. Si alguna parte de ella deviene impostura, entonces se emplean energías vitales para representar los peores aspectos del yo y tanto la mente como el cuerpo quedan pronto exhaustos. 

Los espectáculos de Jimi Hendrix se convirtieron en espectáculos eróticos, el ídolo agitándose con movimientos eróticos, tan… inseguro de sí mismo, en una actuación con dos compañeros que evidentemente no eran de su cuerda. La sensación de amargura predominó sobre la atención a la estrella. ¿Pero él era la estrella, no es cierto (guitarrista y vocalista principal)? De modo que el grupo se disuelve. Llega el amorfo ocaso y se da cuenta: no soy un artista del strip-tease, un falso Ann Corio de la pelvis, soy un guitarrista. Ahora que, uf, he llegado, ¿por qué no me toman en serio? El cenit de lo guarro pretende hacer Macbeth en rock y cosas por el estilo; todos los cómicos, ja, ja, pretenden ser actores dramáticos. Pero si ¡Yo! ¡Soy! ¡Un! ¡Artista! ¡Puedo! ¡Interpretar! Y podía (oponiéndose a la Casandra del management) haber interpretado un vigoroso Rey Lear o un dulce y amoroso Hamlet, ya que Jimi tocaba música preciosa en cada minuto en que estaba despierto, música meridional y solar impregnada todos sus pensamientos y acciones y tuvo que ser, insisto, tuvo que ser, que dijera debo interpretar verdadera música o me marchitaré y habré muerto cualquier borrascosa mañana.

Y así, como lo hará también Joplin, forma una nueva banda, para interpretar lo que pretende. Sin embargo, no hay dinero para eso, no tiene tanto éxito (¿Dónde están los fans?) y entonces la antigua banda se reúne esporádicamente para hacer bolos en Oregón y persiste la necesidad de actuar ante un público, sólo que esta vez se ve conscientemente obligado a violarse a sí mismo y a su alma (el cuerpo es el templo que alberga el alma activada por la energía del espíritu). Antes se estaba bien, cuando no comprendíamos lo que estábamos haciendo (la Sombra de los Hombres es testigo de todo lo que hacemos), cuando teníamos que llegar arriba… pero ir en contra de los principios (acabados de descubrir), ¡ahora!, ir en contra del espíritu, ¡ahora!. 


Entonces uno vuelve corriendo al camerino a clarificar sus objetivos, sienta la cabeza, pone en orden sus ideas, hace una seria reflexión, y débilmente, muy débilmente, quizás perciba, o no, que su manager le estaba mintiendo.

¿Con quién puedes hablar cuando estás de gira? Sucios y greñudos drogatas allá donde miras. El chico te pasa una bolsa de polvo verde (por el amor de Dios, como dirían Holden, Samwise, proteja al maestro) y se desvanece. No cojas eso, lleva tranquilizante de caballo dentro. Oh, me inyecté mientras sonaba tu canción. Me detuvieron mientras sonaba tu canción. Oh, por favor dame tu bendición y tócame y haz que todo desaparezca. Yo amé por ti.

¿Con quien habló Janis Joplin cuando iba de gira? Ella trajo excesos de sentimiento a la moribunda música blanca. En la carretera, cuando uno sólo conoce las noches, nunca los apacibles días de sol puro del sudoeste. Y todos nuestros compañeros están drogados y a la última y son tan sofisticados (hablamos a tan alto nivel que sólo nos oyen los perros) comentando la escena y quién hizo qué a quién y cuatro juegos de palabras sobre el porqué, tan distantes… Ella está tan… retorcida. Con quién vas a hablar cuando eres famosa y estás sola y todos te idolatran y pretenden… colocarse contigo y mostrarse que ellos también son cool, que saben de qué va el rollo y mira vamos a emborracharla, es tan divertida cuando está borracha, te la comerías, te acuerdas cuando…

Recuerdo personas que tocan un bis y otro bis y después de verse presionados a representar un papel que pudieron haber deseado, consciente o inconscientemente emulan un modelo, gradualmente se convierten en la persona y, después a solas, has de hacerse cargo de esta forma de vida porque aquellos miserables así lo desean. ¿Y si tuvieran razón? Quizá yo debería morir. ¿A qué no?

Y si es verdad, tan verdadero que no se puede vivir a las expectativas de todos, y si es verdad que uno no puede ser otra cosa que uno mismo (más que con el paso del tiempo), entonces, uno debe de ser fuerte de corazón si desea enfrentarse al problema en público, en escena, trabajando ante “ellos” que en el fondo esperan y predicen en la prensa la caída de su ídolo. Y si fue verdad que era inevitable y, ah sí, ya se sabe, es triste, y, ah, nada se pudo hacer por ella, al fin y al cabo así es como comenzó, sólo que se dio cuanta demasiado tarde, las costumbres adquiridas durante los años no se quitan en unos días, entonces sí es verdad que las princesas son mancilladas, pues todos nosotros somos caballeros caídos.

2 comentarios:

Bruno dijo...

Pedazo de curro te has pegado Chals, mi enhorabuena.

Un saludo

Alex J. Sales dijo...

Gracias por tu colaboración Chals.
Este artículo de Lou Reed ha merecido la pena el esfuerzo de transcripción.

Saludos.