Todo el mundo recuerda la canción Money For Nothing de Dire Straits. Para el que no lo sepa, trataba sobre la generación MTV y la panacea de conseguir dinero por no hacer nada. MTV ponía los videoclips y el músico de turno cobraba por su emisión. Mientras más veces repetían los vídeos, más dinero. A veces me pregunto si ese Money For Nothing no podría aplicarse a toda la industria discográfica pre-internet. La profesión de músico de éxito parece un trabajo muy agradecido, ya que sólo grabas un disco una vez y todo el que quiera escucharlo, tendrá que pagar 10 o 20 euros por disponer de una copia de ese trabajo. Ojala todas las profesiones fueran iguales. Ojalá todos pudieramos realizar un trabajo al año y copiarlo para multiplicar nuestros beneficios hasta el infinito. Lamentablemente, no todos los trabajos pueden multiplicarse para que lleguen al consumidor como la música.
El gran poder que la industria discográfica ha tenido durante el siglo XX lo ha obtenido de poder hacer copias infinitas de un mismo trabajo. Es lo más parecido a la piedra filosofal que buscaban los alquimistas. La amplia difusión de sus trabajos envuelta por la magia de la música convirtieron al musico de rock en el artista más privilegiado del siglo XX. Un músico puede sentarse con su guitarra, tocar un disco entero y hacerse de oro si tiene el éxito suficiente. Si tenemos en cuenta además que las generaciones de compradores van renovándose cada década...
Las discográficas se han beneficiado de la capacidad de realizar copias durante casi un siglo. Ellas tenían el monopolio, ya que en un principio hacia falta una gigantesca infraestructura industrial para fabricar vinilos y distribuirlos. La aparición del CD hizo a las discográficas frotarse las manos, ya que todos los melómanos del mundo volverían a comprar las mismas copias que ya habían adquirido para obtener esa supuesta mejor calidad prometida con el formato digital. Fabricar un CD es incluso más sistemático que hacer un vinilo, por lo que a finales de los ochenta y durante toda la década de los noventa, las discográficas rescataron buena parte del catálogo musical del siglo XX y, prometiendo la calidad mejorada, ampliaron su oferta hasta límites insospechados (reediciones, descartes, remasterizaciones, etc.).
Sin embargo, la digitalización de la música que les hizo multiplicar sus beneficios durante los noventa se convirtió en un arma de doble filo en la siguiente década. La democratización de la informática y la difusión de internet han conseguido lo impensable. Ahora todos podemos hacer copias y el monopolio que poseían las discográficas se ha derrumbado. Cualquiera puede conseguir una copia del álbum que le apetezca con una calidad más que aceptable, o al menos, muy parecida a la que se ofrece en las tiendas. Antes de Internet, las discograficas obtenian unos beneficios impensables para cualquier otro sector económico (si costaba 20 céntimos fabricar un CD, lo podían vender a 20 euros). El precio del producto se ha derrumbado, si lo bajas de Internet, ahora el coste es cero. El arma secreta que les hizo amasar tanta fortuna se ha democratizado.
Ahora que estamos en la situación en la que estamos, ¿cual es la fuente de ingresos que ha empezado a cobrar importancia para los músicos? Los directos. El que más y el que menos, tiene que lanzarse a la carretera para ganar el dinero que ya no obtiene de aquella difusión de copias. Sinceramente, recaudar dinero con las actuaciones y los directos se parece más al concepto de trabajo que desgraciadamente tenemos que sufrir todos los mortales. Y, sin embargo, no todo es negativo para el músico. Ahora pueden difundir su trabajo más fácilmente y sin necesidad de firmar un contrato sangrante con ninguna multinacional. ¿Todos ganamos? Muchas revistas comentan casi de pasada que esta última década ha sido de las más florecientes musicalmente hablando para este país.
No voy a negar que este post ha sido algo demagógico hasta ahora. Habría que tener en cuenta que las copias piratas se saltan a la torera los derechos de propiedad intelectual que van intrínsecos a una creación musical. También es cierto que el precio de los CDs no beneficiaba sólo a las discográficas, si no también a los fabricantes, distribuidores y a las tiendas de discos, profesionales que conseguían ingresos por un trabajo palpable. Pienso que todo el mundo debería recibir lo que merece por su trabajo atendiendo a la famosa ley de la oferta y la demanda, pero también tengo claro que las discográficas se han beneficiado de un monopolio sangrante durante demasiado tiempo.
En esta última década le hemos dado la vuelta a la tortilla: cuando antes el gran perjudicado era el consumidor de discos, ahora los damnificados son los distribuidores, las multinacionales y el músico en sí. Sinceramente, me gustaría que la nueva ley consiguiera un reparto más equitativo, ya que la situación actual tampoco es precisamente la ideal. Me gustaría que el músico y el distribuidor obtuvieran el dinero que les corresponde por su trabajo, pero estoy casi seguro de que esa nueva ley beneficiará principalmente a todos aquellos buitres que llevan diez años proclamando luchar por los artistas y que en realidad no hacen otra cosa si no engordar sus bolsillos a costa de ellos. Espero que esta vez los de siempre no se salgan con la suya.
6 comentarios:
Alaaa si hay una "manifa" yo me apunto.
Que gran discurso y que gran verdad. Yo hago mi proposición al estilo Lola Flores con lo de "si cada español pusiese un céntimo...", pero aplicado a "si cada español comprase un disco de Ramoncín...". A lo mejor si come se calla.
Yo no voy a negar que si me gusta de verdad un artista me compro el disco. Y la verdad es que en los últimos meses he notado bastante el cambio en la escena musical porque hacía mucho tiempo que no sabía lo que era comprarse un disco original, con el libreto y demás, que antes tanto me gustaba tener en las manos. Desde un tiempo a esta parte me compro discos de grupos nuevos que me gustan, es mi manera de apoyarlos de alguna manera. Bueno vale, y de Sabina, que no necesita mi apoyo pero se lo ha ganao a pulso.
No está mal lo de tener el disco físico en las manos cuando vale la pena...pero pagando lo que vale.
El gran auge de Internet ha propiciado, en nuestros días, la aparición de lo que podríamos denominar toda una «generación eMule». Y esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas, para el consumidor de a pie, son evidentes: en un par de clics uno puede hacerse con casi cualquier obra cultural a un precio simbólico (el precio del soporte físico, suponiendo que la quieras conservar, y una determinada fracción de las facturas energética y de Internet). Y estamos de acuerdo en que la difusión de la cultura siempre es un gran beneficio para toda sociedad. Ahora bien, el mayor inconveniente que le veo es que, acostumbrados a esto, cualquier precio ya nos parecerá caro. Y una cosa es que abusen del consumidor con precios desorbitados, y otra bien distinta que pretendamos que nos regalen la música, las películas, etc. Sería casi tan descabellado como pretender que el fontanero nos arreglara las tuberías de balde, o que en el concesionario de coches pudiésemos llevarnos, de forma gratuita, el modelo que quisiésemos (los coches, al igual que los discos, también se fabrican en serie, y a un coste sensiblemente inferior al PVP…).
Considero que el actual sistema no es sostenible. Lo más probable es que empiecen a meternos cánones por todas partes (en el recibo de la luz, en la factura del proveedor de Internet, en el hardware de comunicaciones…), y que el precio de las entradas de cine, conciertos, etc. siga disparándose desorbitadamente. Eso, en el mejor de los casos. El peor, para la «generación eMule», será que los gobiernos corten el grifo de las descargas peer-to-peer… Será entonces cuando recuperen su antiguo poder las discográficas y distribuidoras, y cuando para ver una película o escuchar un disco tendremos que calzarnos de nuevo los zapatos e ir a la tienda, o regresar a los videoclubes (actualmente en proceso de desaparición). Lo que quiero decir con esto es que nunca deberíamos olvidar que todo en esta vida tiene un precio, y que bueno, que también está en nosotros el coger o no la guitarra e intentar sacar el próximo hit de moda, o en dedicarnos al fútbol, que tampoco está mal pagado (quizá ya un poco tarde para eso del fútbol …Jeje…
Muy buena reflexión la tuya. Yo, al fin y al cabo, digo lo mismo que tú: lo ideal es el término medio, como siempre. Ninguna de las dos situaciones descritas, ni el anterior abuso de las discográficas/distribuidoras ni el absoluto “libertinaje” de la «generación eMule», me parecen perdurables.
Un abrazo, Manu.
Yo no niego que los discos están muy caros, aunque ya parece que los precios están bajando mucho. La mayoría de los discos de los grupos nuevos están a unos 12 euros más o menos. Pero la verdad es que me da igual que tengamos que volver a ir a la tienda a comprar los discos, a un precio razonable, ojo, porque no puedo negar que siento mucha nostalgia de cuando ibamos a Sevilla en autobús sólo para comprarnos un disco en la desaparecida Sevilla Rock...después te pasabas una semana muy feliz con el disco nuevo en casa...ahora te lo bajas y puede pasarse el disco tres meses rodando por el pc, que ni te acuerdas de él...
Nuestros hábitos cambian a velocidad de vértigo en la sociedad tecnológica en que nos movemos. Ahora casi todo el mundo escucha la música, o en el reproductor portátil -mp4, por supuesto (lo del discman y el walkman quedó en el Pleistoceno)-, o sentado frente al PC. Y no niego que no lo haga, pero yo aún sigo prefiriendo sacar un CD relucientemente serigrafiado de su flamante caja original, y colocarlo, con mimo, en la bandeja del HiFi, con vistas a escucharlo tranquilamente al tiempo que se hojea el libreto. Tiene mucho más encanto :-).
Antes se saboreaba cada uno de esos momentos, se escuchaba música. Ahora simplemente se oye mientras haces cualquier otra cosa; no hay color... Y ya lo sé: me puede la nostalgia, no lo niego... Jeje... De hecho, a pesar de los cientos de discos que haya podido escuchar en los últimos años, son pocos los me acompañan de forma habitual. Me llaman la atención canciones sueltas, sí, pero al final, casi siempre vuelvo a los discos de antaño...
PD: Yo era otro de los que paseaban con cara de felicidad entre los estantes de Sevilla Rock. Tenía hasta mi propio itinerario "obligado" de visitas: primero la 'Q', luego la 'C', después la 'M', un paseo por las bandas sonoras, una visita al sótano para ver los vídeos musicales...
Un buen amigo mío, cuyo grupo tiene 5 discos en el mercado, me dijo que a ellos no les llega nada de las ventas de los discos; supongo que no será realmente nada, pero si tienen que repartir entre cuatro pongamos 50 céntimos o 1 euro por cada venta entiendo que dijera que casi le daba igual que se vendieran sus discos. Al grupo les da beneficios, como bien dices, las giras. Nada más.
Digo esto porque se oye con frecuencia que la piratería perjudica sobre todo a los grupos que están empezando, y es más falso que las balas del Equipo A. Un compositor de éxito estará en posición de negociar sus contratos y royalties; un principiante no recibe ni las migajas.
Siento la tardanza en responder a todos los comentarios. En primer lugar, muchas gracias por tomaros vuestro tiempo en dedicarme estos tochacos de comentarios. Da gusto ver que un post en el blog os ha movido a dedicar tanto tiempo a escribir.
Yo también echo de menos el ritual de ir a buscar discos, pero tambien le veo las ventajas al p2p. De un tiempo a esta parte, debo sufrir una especie de transtorno bipolar, porque no sé que diablos quiero. Cada situación tiene sus ventajas y tengo que reconocer que con la actual, puedo escuchar más discos y gastarme el dinero en otras cosas más necesarias que la música.
Cuando yo iba a Sevilla Rock, rebuscaba siempre entre la B (Beatles, Bob Dylan), la P (Pink Floyd, Peter Gabriel, Paul Simon, Paul McCartney) y la D (David Bowie). Podría ir directamente a las ubicaciones exactas si no hubieran sustituido Sevilla Rock por una tienda de ropa.
En cuanto a lo de que antes se escuchaba musica, tengo que decir que yo siempre he sido incapaz de escuchar música exclusivamente. Cuando mejor puedo valorar un disco es cuando me dejo llevar haciendo otras cosas y dejando que me sorprenda. Nunca he podido sentarme pasivamente a escuchar música, salvo cuando la pongo para intentar dormir. Antes del emule, escuchaba musica mientras estudiaba, leía o limpiaba mi cuarto. Ahora que tengo mp3, puedo hacer muchas más cosas mientras la escucho y sigo apreciandola igual. Sólo necesito dos o tres escuchas para saber cuales son las canciones que más me llaman la atención, aunque suelo aguantar el disco entero cinco o seis veces para dejarle una oportunidad a las más difíciles. Conozco gente que se sienta frente al equipo de música para dejarse llevar, pero yo nunca he podido hacer eso.
No conocia esos datos, paul_is_live. Creo que sé de que grupo hablas y me sorprende muchisimo que ganen tan poco por la venta de cada álbum. Desde luego, cuando dije lo de sangrante, me quedé corto.
Un saludo y gracias a todos por comentar.
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