viernes, 9 de noviembre de 2012

T-RESeñas: Neil Young and Crazy Horse - Psychedelic Pill

 
ManuelLlego por los pelos a esta review conjunta para aportar mi pequeño grano de arena entre mis compañeros de blog, verdaderos fans del músico canadiense. Remarcar que no soy un fan rendido de Neil Young, me considero más bien un simpatizante con aspiraciones a fan. Conozco su discografía básica de los setenta y he escuchado muy pocos de sus trabajos posteriores a Live Rust. Mis referencias son sus obras maestras de los setenta y algunos discos más recientes como Greendale, Prairie Wind o Le Noise. En base a este marco referencial en el que puedo dividir su legado entre su etapa dorada y algunas de sus obras crepusculares, me sorprende poder decir que este Psychedelic Pill encajaría perfectamente en el grupo de sus obras clásicas de los setenta. Me entusiasma su estructura de doble álbum y, sobre todo, la desmesurada duración de varios de sus temas.

Creo que pocos músicos actuales de rock en este siglo puede atreverse con un tema como Drifting Back cuya duración roza la media hora sin que semejante handicap pueda afectar al tema a la hora de valorar su calidad. Esa frase que hace las veces de estribillo (I'm drifting back) y que se repite y repite entre soberbias partes instrumentales actúa como una especie de mantra dando la cohesión necesaria para ofrecer la imagen de canción en bloque y no lo que suele ocurrir en cortes tan extensos, que terminan viéndose como una amalgama de ideas que luego podrán encajar entre ellas o no. Tiene mucho mérito desarrollar un tema durante media hora y que no veamos truco alguno para mantenerlo durante tanto tiempo.

La duración de Driftin' Back es además el motivo principal por el que puedo haber escuchado este tema 10 veces, mientras sólo he llegado a escuchar el álbum completo 3 como mucho. Es por ese motivo que puedo soltar una parrafada sobre Driftin' Back, pero no me veo en condiciones de extenderme demasiado con el resto de los cortes. Creo que podría dividir fácilmente el álbum en dos partes, de entre las cuales la primera me parece muchísimo más potente. Dicho de otro modo, mis canciones favoritas van desde Driftin' Back hasta Born In Ontario. A partir de Twisted Road, creo que la cosa flojea, porque temas como She's Always Dancing o For The Love Of Man me parecen los más prescindibles. Mis cortes favoritos, dejando a un lado la salvajada de Driftin' Back, son Born In Ontario y Ramada Inn. Born In Ontario es uno de los temas más inmediatos, mientras Ramada Inn podría ser mi tema favorito gracias a esos estribillos cantados a coro que terminan con la voz de Young soltando aquello de she loves him so/he loves her so.

En resumen, un disco que aún estoy asimilando por lo inabarcable de su propuesta, pero que tiene todas las bazas para tocar techo en la recta final de su discografía.


Bruno: Bases potentes, riffs poderosos, guitarras desbocadas, rock en estado puro y sin adornos. El sello Neil Young y Crazy Horse es tan característico que no les haría falta firmar sus discos para que sean reconocibles. Psychedelic Pill es todo eso y más, porque a ello se les une el bagaje de 40 años de camaradería y la pasión común que les une. Hay que dejarse llevar a lomos del caballo salvaje, e introducirse en el viaje que se nos plantea.

Ríndete y déjate llevar por el mantra eléctrico de Driftin’ Back, con su larga letanía de casi media hora, y zambúllete de lleno en el disco y nada entre los infinitos solos y los punzantes riffs con el volumen al máximo y la ganancia a tope. Porque este disco no concede tregua alguna: es hora y media a todo trapo, no hay tregua para tomar aliento. Si Americana fue un entretenimiento desechable, este trabajo es para ponerlo en la mejor balda de nuestra estantería; junto a esos discos que te han marcado, junto a Zuma o Rust Never Sleeps sin ir más lejos. Canciones como She’s Always Dancing (posiblemente mi favorita del álbum), Ramada Inn (que dura “solo” 16 minutos) o la propia Psychedelic Pill (en dos versiones, para todos los gustos) casi podemos considerarlas ya clásicos por merecimiento propio.

Están en plena forma, son los Neil y Crazy Horse de sus mejores trabajos, aquellos que nos cautivaron y hechizaron, aquellos que nos vuelan la cabeza con su magia y sus interpretaciones contundentes. Es el disco que llevábamos tanto tiempo esperando, un álbum sobresaliente, y que ahora podemos disfrutar.

¿Que dura mucho? Cojonudo entonces…


revolver: Siempre es una gran alegría saber de la publicación de un nuevo álbum de Neil Young, pero si, además, lo hace junto a los Crazy Horse la alegría es monumental. Al principio, tras las noticias que anunciaban su publicación, me inquietaba la idea de enfrentarme a un álbum excesivo en duración e intenso en contenido, pero Neil es mucho Neil y no hay que dar nada por supuesto. Las canciones que iba anticipando mediante videos me daban una idea de lo que podía venir, aunque ni de lejos me había hecho una idea acorde a la magnitud de la obra.

En conjunto parece una revisión de sus grandes momentos eléctricos, recordándome pasajes de Tonight’s The Night, Cortez The Killer, Like a Hurricane. Como si hiciera un repaso de su carrera, sus grandes canciones eléctricas están presentes en el espíritu de Psychedelic Pill.

Por destacar algún elemento entre todos, me he dedicado en las últimas escuchas a centrar la atención en el juego de guitarras que trenzan Neil y ‘Poncho’ y me deja alucinado la intensidad que le inyectan con la pila de años que llevan encima. Por poner un pero, uno solo, tal vez una duración menor de la canción inicial, Driftin’ Back, hubiera mejorado el conjunto. Aunque tengo que reconocer que a mí me encanta perderme entre las notas que le saca a las cuerdas de su ‘Old Black’. Y como epílogo a mi reflexión tengo que mencionar una frase de Joserra Rodrigo que me puso la guinda al pastel: “Las ideas en los solos le convierten en el Coltrane de la Gibson”.

Un 9 para esta gran obra.


Mansion on the Hill: Pocos podíamos presagiar, hace unos pocos meses, que Neil Young y Crazy Horse acabarian entregándonos un artefacto del calibre de Psychedelic Pill. Hagamos memoria. 2009, Fork In The Road. Los mas forofos defendimos ese disco a regañadientes, aun a pesar de la lógica consciencia de que se trataba del disco mas flojo del canadiense desde Broken Arrow. 2010: Le Noise. A mi me gusta, y mucho, su colaboración con Daniel Lanois, pero soy consciente de que a la mayoría de aficionados les dejó tocados. Expectativas no cumplidas. 2012: Neil vuelve con Crazy Horse y entrega ese pasatiempos inofensivo que es Americana. Muchos lo entendimos y disfrutamos sin aspirar a nada más, para otros fue, casi la gota que colmó el vaso de la paciencia. En definitiva pintaban bastos para el canadiense. Pero como los grandes magos, ha sabido sacar de su chistera lo que nadie (o muy pocos) esperábamos a estas alturas. Psychedelic Pill supone la quinta pata maestra del recorrido de Neil y Crazy Horse tras los títulos del 69, 75, 79 y 90. El círculo se cierra.

No es un disco fácil, ni inmediato. De denso puede apabullar, pero es Young y Crazy Horse en su más pura esencia. Pasados por un tamiz menos “ruidoso” de lo habitual, pero ofreciendo ese producto que es ya una marca de fábrica. Suena elegante, atmosférico, sinuoso y muy melódico. A gusto personal contiene las melodías mas hermosas de Young y su banda desde los tiempos de Zuma. Sin hacer un ejercicio de nostalgia que nos recordara a algo que “fue muy bueno”, nos agarra del cuello y nos invita a corroborar, una vez mas, lo buenos que son a pesar del tiempo transcurrido.

La escucha del álbum se asemeja mucho a un viaje en tren de largo recorrido. Un viaje, toda una liturgia, en la que el maquinista Young nos lleva por los vastos paisajes de Dirftin' Back para hacernos entrar de lleno en el cogollo de la obra. Hay tiempo para la nostalgia en Born In Ontario o Twisted Road, ambas arrebatadoras. Ramada Inn, quizas mi favorita, actua como columna vertebral de toda la obra, mostrándonos el mágico grado de complicidad que Young mantiene con sus camaradas a pesar de todos los años que llevan juntos. Una nueva chica de canela aparece de nuevo disfrazada en esa píldora psicodélica que da titulo a la obra mientras que For The Love Of Man es todo emoción. Un viaje largo, sentido, que termina con ese Walk Like A Giant maestro, que nos invita a bajarnos del tren y pisar suelo en la estación de llegada. Una estación que nos servirá de punto partida para coger un nuevo tren pero a un destino que solo Neil Young conoce.

Disco mayúsculo.

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