Manuel: Llego por los pelos a esta review conjunta para aportar mi pequeño grano de arena entre mis compañeros de blog, verdaderos fans del músico canadiense. Remarcar que no soy un fan rendido de Neil Young, me considero más bien un simpatizante con aspiraciones a fan. Conozco su discografía básica de los setenta y he escuchado muy pocos de sus trabajos posteriores a Live Rust. Mis referencias son sus obras maestras de los setenta y algunos discos más recientes como Greendale, Prairie Wind o Le Noise. En base a este marco referencial en el que puedo dividir su legado entre su etapa dorada y algunas de sus obras crepusculares, me sorprende poder decir que este Psychedelic Pill encajaría perfectamente en el grupo de sus obras clásicas de los setenta. Me entusiasma su estructura de doble álbum y, sobre todo, la desmesurada duración de varios de sus temas.
Creo que pocos músicos actuales de rock en este siglo puede atreverse con un tema como Drifting Back cuya duración roza la media hora sin que semejante handicap pueda afectar al tema a la hora de valorar su calidad. Esa frase que hace las veces de estribillo (I'm drifting back) y que se repite y repite entre soberbias partes instrumentales actúa como una especie de mantra dando la cohesión necesaria para ofrecer la imagen de canción en bloque y no lo que suele ocurrir en cortes tan extensos, que terminan viéndose como una amalgama de ideas que luego podrán encajar entre ellas o no. Tiene mucho mérito desarrollar un tema durante media hora y que no veamos truco alguno para mantenerlo durante tanto tiempo.
La duración de Driftin' Back es además el motivo principal por el que puedo haber escuchado este tema 10 veces, mientras sólo he llegado a escuchar el álbum completo 3 como mucho. Es por ese motivo que puedo soltar una parrafada sobre Driftin' Back, pero no me veo en condiciones de extenderme demasiado con el resto de los cortes. Creo que podría dividir fácilmente el álbum en dos partes, de entre las cuales la primera me parece muchísimo más potente. Dicho de otro modo, mis canciones favoritas van desde Driftin' Back hasta Born In Ontario. A partir de Twisted Road, creo que la cosa flojea, porque temas como She's Always Dancing o For The Love Of Man me parecen los más prescindibles. Mis cortes favoritos, dejando a un lado la salvajada de Driftin' Back, son Born In Ontario y Ramada Inn. Born In Ontario es uno de los temas más inmediatos, mientras Ramada Inn podría ser mi tema favorito gracias a esos estribillos cantados a coro que terminan con la voz de Young soltando aquello de she loves him so/he loves her so.
En resumen, un disco que aún estoy asimilando por lo inabarcable de su propuesta, pero que tiene todas las bazas para tocar techo en la recta final de su discografía.
Bruno: Bases potentes, riffs poderosos, guitarras desbocadas, rock en estado puro y sin adornos. El sello Neil Young y Crazy Horse es tan característico que no les haría falta firmar sus discos para que sean reconocibles. Psychedelic Pill es todo eso y más, porque a ello se les une el bagaje de 40 años de camaradería y la pasión común que les une. Hay que dejarse llevar a lomos del caballo salvaje, e introducirse en el viaje que se nos plantea.
Ríndete y déjate llevar por el mantra eléctrico de Driftin’
Back, con su larga letanía de casi media hora, y zambúllete de lleno en el
disco y nada entre los infinitos solos y los punzantes riffs con el volumen al
máximo y la ganancia a tope. Porque este disco no concede tregua alguna: es hora
y media a todo trapo, no hay tregua para tomar aliento. Si Americana fue un
entretenimiento desechable, este trabajo es para ponerlo en la mejor balda de
nuestra estantería; junto a esos discos que te han marcado, junto a Zuma o Rust
Never Sleeps sin ir más lejos. Canciones como She’s Always Dancing (posiblemente mi favorita
del álbum), Ramada Inn (que dura “solo” 16 minutos) o la propia Psychedelic
Pill (en dos versiones, para todos los gustos) casi podemos considerarlas ya clásicos
por merecimiento propio.
Están en plena forma, son los Neil y Crazy Horse de sus
mejores trabajos, aquellos que nos cautivaron y hechizaron, aquellos que nos
vuelan la cabeza con su magia y sus interpretaciones contundentes. Es el disco
que llevábamos tanto tiempo esperando, un álbum sobresaliente, y que ahora
podemos disfrutar.
¿Que dura mucho? Cojonudo entonces…
revolver: Siempre
es
una
gran
alegría
saber
de
la
publicación
de
un
nuevo
álbum
de
Neil
Young,
pero
si,
además,
lo
hace
junto
a
los
Crazy
Horse
la
alegría
es
monumental.
Al
principio,
tras
las
noticias
que
anunciaban
su
publicación,
me
inquietaba
la
idea
de
enfrentarme
a
un
álbum
excesivo
en
duración
e
intenso
en
contenido,
pero
Neil
es
mucho
Neil
y
no
hay
que
dar
nada
por
supuesto.
Las
canciones
que
iba
anticipando
mediante
videos
me
daban
una
idea
de
lo
que
podía
venir,
aunque
ni
de
lejos
me
había
hecho
una
idea
acorde
a
la
magnitud
de
la
obra.
En
conjunto
parece
una
revisión
de
sus
grandes
momentos
eléctricos,
recordándome
pasajes
de
Tonight’s
The
Night, Cortez
The
Killer,
Like
a
Hurricane.
Como
si
hiciera
un
repaso
de
su
carrera,
sus
grandes
canciones
eléctricas
están
presentes
en
el
espíritu
de Psychedelic
Pill.
Por
destacar
algún
elemento
entre
todos,
me
he
dedicado
en
las
últimas
escuchas
a
centrar
la
atención
en
el
juego
de
guitarras
que
trenzan
Neil
y
‘Poncho’
y
me
deja
alucinado
la
intensidad
que
le
inyectan
con
la
pila
de
años
que
llevan
encima.
Por
poner
un
pero,
uno
solo,
tal
vez
una
duración
menor
de
la
canción
inicial, Driftin’
Back,
hubiera
mejorado
el
conjunto.
Aunque
tengo
que
reconocer
que
a
mí
me
encanta
perderme
entre
las
notas
que
le
saca
a
las
cuerdas
de
su
‘Old
Black’. Y
como
epílogo
a
mi
reflexión
tengo
que
mencionar
una
frase
de
Joserra
Rodrigo
que
me
puso
la
guinda
al
pastel:
“Las
ideas
en
los
solos
le
convierten
en
el
Coltrane
de
la
Gibson”.
Un
9
para
esta
gran
obra.
Mansion on the Hill: Pocos podíamos presagiar, hace unos pocos meses, que Neil Young y Crazy Horse acabarian entregándonos un artefacto del calibre de Psychedelic Pill. Hagamos memoria. 2009, Fork In The Road. Los mas forofos defendimos ese disco a regañadientes, aun a pesar de la lógica consciencia de que se trataba del disco mas flojo del canadiense desde Broken Arrow. 2010: Le Noise. A mi me gusta, y mucho, su colaboración con Daniel Lanois, pero soy consciente de que a la mayoría de aficionados les dejó tocados. Expectativas no cumplidas. 2012: Neil vuelve con Crazy Horse y entrega ese pasatiempos inofensivo que es Americana. Muchos lo entendimos y disfrutamos sin aspirar a nada más, para otros fue, casi la gota que colmó el vaso de la paciencia. En definitiva pintaban bastos para el canadiense. Pero como los grandes magos, ha sabido sacar de su chistera lo que nadie (o muy pocos) esperábamos a estas alturas. Psychedelic Pill supone la quinta pata maestra del recorrido de Neil y Crazy Horse tras los títulos del 69, 75, 79 y 90. El círculo se cierra.
No es un disco fácil, ni inmediato. De denso puede apabullar, pero es Young y Crazy Horse en su más pura esencia. Pasados por un tamiz menos “ruidoso” de lo habitual, pero ofreciendo ese producto que es ya una marca de fábrica. Suena elegante, atmosférico, sinuoso y muy melódico. A gusto personal contiene las melodías mas hermosas de Young y su banda desde los tiempos de Zuma. Sin hacer un ejercicio de nostalgia que nos recordara a algo que “fue muy bueno”, nos agarra del cuello y nos invita a corroborar, una vez mas, lo buenos que son a pesar del tiempo transcurrido.
La escucha del álbum se asemeja mucho a un viaje en tren de largo recorrido. Un viaje, toda una liturgia, en la que el maquinista Young nos lleva por los vastos paisajes de Dirftin' Back para hacernos entrar de lleno en el cogollo de la obra. Hay tiempo para la nostalgia en Born In Ontario o Twisted Road, ambas arrebatadoras. Ramada Inn, quizas mi favorita, actua como columna vertebral de toda la obra, mostrándonos el mágico grado de complicidad que Young mantiene con sus camaradas a pesar de todos los años que llevan juntos. Una nueva chica de canela aparece de nuevo disfrazada en esa píldora psicodélica que da titulo a la obra mientras que For The Love Of Man es todo emoción. Un viaje largo, sentido, que termina con ese Walk Like A Giant maestro, que nos invita a bajarnos del tren y pisar suelo en la estación de llegada. Una estación que nos servirá de punto partida para coger un nuevo tren pero a un destino que solo Neil Young conoce.
Disco mayúsculo.
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