- A Paul no llegué a conocerlo bien, pero me hice amiga de su novia, Jane Asher, una pelirroja con pecas que, al igual que Patti Harrison y la hermana menor de Patti, Jennie, tenía aproximadamente mi edad. No parecía que se tomaran muy en serio la meditación, y para mí el leve descenso de la intensidad de las semanas anteriores supuso un considerable alivio.
- Ahora, en las rocosas orillas del Ganges, los Beatles cantaban y tocaban la guitarra, y también charlábamos, y durante algunos momentos se aligeraba la opresión que se había adueñado de mí. Ellos se hallaban en el territorio de la luz, de la juventud, de la fuerza y de la certeza; parecían hermosos y exentos de miedo. Desde la época del instituto yo no había alternado con gente de mi edad. Era el año 1968, un momento espléndido para ser joven, pero yo continuaba sintiendo que me quedaba siempre al margen, o bien porque era demasiado mayor o demasiado inmadura. Era escalofriante sorprenderme a veces pretendiendo aparentar mi propia edad.
- En las horas en que recibía el sol de media tarde, el tejado plano de nuestro puri era un sitio ideal para entrar en calor, leer, conversar o meditar, y en el caso de George, para practicar el sitar. Yo había desistido de tratar de meditar durante doce horas y me daba por satisfecha cuando conseguía meditar seis. Prudy, en cambio, meditaba continuamente y ya no acudía a las comidas (le dejábamos una bandeja junto a su puerta) ni a las conferencias de la noche. Al final, no salía de su habitación, lo cual resultaba exagerado incluso en ese medio.
- En el ashram reinaba ahora un ambiente alegre, imbuido del espíritu hippy de los sesenta. Los Beatles estaban por todas partes, y con ellos, sus canciones. Incluso llevaban las guitarras a las comidas e improvisaban canciones. No oí ninguna queja por parte de los meditadores: nuestro ecléctico grupo había logrado una unidad en la que también se habían integrado los Beatles. Entonces llegó una vanidosa norteamericana de mediana edad, que se instaló con una montaña de equipaje en el bungalow individual contiguo al del Maharishi en compañía de su hijo, un afable joven llamado Bill. La gente le rehuía y nadie lamentó su marcha cuando al cabo de poco se fue a cazar tigres, sin enterarse de que su presencia había inspirado una nueva canción a los Beatles, "Bungalow Bill".
Del libro Hojas Vivas. Mia Farrow.
3 comentarios:
¡Qué grande la experiencia de Mia junto a los Beatles! Desde luego se nota que la marcaron... No es pá menos. Así se gestó el Álbum Blanco.
Saludos.
Es una traducción de un blog en inglés?
Paco, gracias por pasarte ;)
PatoCL, repito el píe de la entrada:
Del libro Hojas Vivas. Mia Farrow.
Un saludo.
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